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La necesidad de la convergencia

domingo, 23 de marzo de 2025

Hace un tiempo escribí algo que decía: cuando una discusión escala, se pierde de vista el asunto central. La confrontación, la ofensa o la simple testarudez desvían la atención del tema inicial y lo reemplazan por una lucha de posiciones.

Sin embargo, esta reflexión quedó en la copresencia sin detenerse a observar cómo se manifiesta en la vida cotidiana y en el mundo.

Es natural que cada individuo o grupo tenga un punto de vista diferente sobre cualquier fenómeno. No solo por el lugar desde donde se observa —un enfoque espacial distinto—, sino también por los intereses, a veces implícitos, que influyen en la manera de ponderar las cosas.

Esto me lleva a preguntarme si la dificultad para alcanzar acuerdos responde a una limitación propia de este momento histórico o si, por el contrario, ha sido siempre un techo infranqueable. ¿Es un obstáculo recurrente en la historia o, quizás, el punto de inflexión que podría permitirnos dar un salto de calidad en nuestra evolución?

Lo que suele ocurrir es que una postura "gana" y se impone, pero sin integrar a quienes "pierden". El ciclo se repite: los vencidos esperan su oportunidad hasta que, en algún momento, pasan a ser los nuevos dominadores, imponiendo su visión sobre los anteriores vencedores.

Es posible que, en lo que se conoce como "momentos humanistas" de diversas culturas, esto no haya sucedido, al menos temporalmente. Tal vez en esos periodos se logró algo distinto: una convergencia que permitió integrar múltiples perspectivas en lugar de perpetuar la alternancia entre dominantes y dominados. Esta idea merece una exploración más profunda.

Cuando un grupo proyecta su visión sobre el mundo y logra adhesión, sus seguidores pueden reflejar en esa gran pantalla parte de sus propios intereses. Sin embargo, cuando esa pantalla o burbuja se disuelve, cada uno regresa a su postura individual, generando una fragmentación inevitable. A veces, se intenta recuperar imágenes compartidas de otros momentos históricos, pero estas ya han perdido su carga energética con el paso del tiempo y no logran generar el mismo impacto.

El punto determinante, entonces, es encontrar imágenes y escenas que generen una verdadera convergencia. Sin esa convergencia, el salto de calidad que necesitamos no será posible. No basta con que una visión se imponga temporalmente, porque tarde o temprano otra ocupará su lugar, repitiendo el mismo ciclo. Sin una imagen integradora, sentida y con sentido, los individuos no podrán confluir en una obra común.

Quienes impulsen esta convergencia no deberán presentarse como ejemplos a seguir, sino simplemente actuar de manera coherente con sus principios. No bastan los eslóganes, ni siquiera la urgencia de los problemas que enfrentamos —violencia, cambio climático, vida en las grandes ciudades, pobreza—, porque estos temas siguen siendo abordados desde perspectivas parciales, “ideológicas” o interesadas.

Tal vez el verdadero salto no provenga de una parte que se imponga sobre el resto. Se podrán lograr avances, sí, pero siempre quedará algo pendiente, algo que tarde o temprano se manifestará. No estaremos ante una transformación genuina, sino ante una evolución mecánica basada en la simple acumulación de cambios.

Quizás lo que nuestro tiempo reclama no es solo una revisión de creencias, sino un cambio mental profundo. Un desplazamiento del yo en función de algo más grande, algo que beneficie a todos. Sospecho que esto será posible sólo gracias a la fuerza de una nueva espiritualidad o mística interna…

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