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La necesidad de la convergencia II

lunes, 24 de marzo de 2025

En la nota anterior se decía:

“El punto determinante, entonces, es encontrar imágenes y escenas que generen una verdadera convergencia. Sin esa convergencia, el salto de calidad que necesitamos no será posible. No basta con que una visión se imponga temporalmente, porque tarde o temprano otra ocupará su lugar, repitiendo el mismo ciclo. Sin una imagen integradora, sentida y con sentido, los individuos no podrán confluir en una obra común.”

Respecto a estas afirmaciones, me hicieron dos observaciones:

1-Buena la teoría, pero ¿Cómo sería en la práctica?

2-En este planteo, ¿Cómo se incluyen los “enemigos” de la humanidad, “la mala gente”, etc.?

Sobre la primera cuestión, en este escrito se mencionará un breve esquema que permite poner en práctica la propuesta.

Sobre la segunda observación, que pone en duda o invalida la utilidad de un planteo porque no es aplicable a toda la humanidad o a grandes conjuntos, se podría desarrollar mucho la contra argumentación a esa postura. Sin embargo, no es el objeto de este escrito hacerlo y lo dejaremos para otro momento. Solo pondré una metáfora, quizás críptica, pero que ayuda a proporcionar:

No se impugna la utilidad de un recipiente que se llena con agua porque no puede recibir toda el agua de un lago…

Despejados estos temas, avancemos hacia la cuestión más práctica. Hace tiempo se nos transmitió que la convergencia requiere de algunas condiciones. Esas condiciones mínimas y no excluyentes tienen grados, y son justamente estas diferencias las que le dan dinámica y retroalimentan la práctica misma. Estos “grados” hacen referencia a que no se busca uniformidad, no se manipulan los objetivos, se habla con la verdad, no importa de dónde viene la gente sino hacia dónde va, etc.

Tres puntos hacia la convergencia:

a) Hay que contar con un marco conceptual que sea comprobable en la experiencia, no ideas surgidas de fuentes desconocidas o incoherentes. Avanzar en el estudio de estos principios habilita el entendimiento y la comprensión. Construye poco a poco una “visión del mundo” que es coincidente con lo que se experimenta. Por ejemplo: cómo se define lo bueno y lo malo, lo primario y lo secundario.

b) Esta teoría debe ser practicada, llevada a la vida cotidiana, a la experiencia concreta. Así se podrá comprobar por uno mismo la validez o no de los conceptos. Para cambiar suavemente lo que tenga que mejorar o integrar a mi vida. Por ejemplo: cómo experimento el egoísmo, la mentira, el acuerdo con uno y con los otros.

c) Estos puntos es conveniente compartirlos con otros, así se amplía, a partir del intercambio de experiencias, no solo el entendimiento sino la comprensión y las posibilidades de cambios y mejoras y de buena irradiación hacia aquellos que forman parte de mi mundo. Si se busca una cierta sincronía y a esta se la pone en el espacio y en el tiempo, se proyectará hacia el mundo convergencia. Acuerdos mínimos, pero primarios en importancia, por ejemplo: “Bueno es lo que une al pueblo. Malo aquello que lo desune. Bueno es dar fe a los pueblos en ellos mismos. Malo el fanatismo que se opone a la vida.” (1)

Teoría, práctica y sincronización, es un triángulo mínimo, que es reducible y extensible hasta el infinito. Tampoco importará la época o los procedimientos que se utilicen, pues aun en lo virtual o tecnológico esa “forma” puede existir y ser un verdadero punto de apoyo.




(1) Silo, Acto público en la Mutualité, París, 8 de noviembre de 1981.

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