Rítack se detuvo después de incontables intentos. Se encontraba perdido en el laberinto, un enigma de pasillos retorcidos y encrucijadas sin fin. Había probado todas las rutas posibles: la salida a la derecha, custodiada por el león que aparentaba indiferencia pero que, en realidad, se alimentaba de la inocencia de quienes confiaban en él; el camino del medio, con sus sombras susurrantes que robaban tiempo y esperanza; e incluso la salida trasera, donde la oscuridad se camuflaba entre espejismos luminosos, atrapando a los incautos en una vida ilusoria de encierro perpetuo.
Rítack se tomó un día para reflexionar sobre sus opciones. Agotadas sus posibilidades, pidió desde el fondo de su ser mirando hacia las alturas, que estaban sobre el laberinto, luego de unos instantes ya bajando la vista, vio un destello en la arena: era un pequeño espejo con marcos de oro. Cada vez que se reflejaba en él, su imagen se hacía más diminuta, hasta que se dio cuenta de que su cuerpo también se encogía proporcionalmente. Así, reducido al tamaño de un alfiler, comprendió que podría pasar desapercibido ante el león.
Corrió velozmente hacia la salida, manteniéndose pegado a la roca hasta que fue él, en su diminuta forma, quien le dio la espalda al león. Liberado del laberinto, comenzó a vivir una vida auténtica, libre de las trampas y engaños que había enfrentado.
Sin embargo, su liberación no estaba completa. Aunque ahora conocía el camino hacia afuera, no podía ignorar a los demás que aún estaban atrapados en el laberinto de la vida anterior. Con la ayuda del espejo, volvió a reducir su tamaño y regresó al laberinto, invisible para el león.
Intentó ayudar a aquellos que se cruzaban en su camino, pero muchos no reconocían su encierro o se resistían a aceptar la realidad. Por más que los pusiera ante el espejo, nada sucedía. Rítack comprendió entonces que su propia liberación comenzó con el reconocimiento de su propia prisión y el sincero clamor interno por una salida y fue ese acto que le dio magia al objeto (espejo). Se preguntaba cómo podía ayudar a los demás a alcanzar ese punto de quiebre, ese momento crucial en el que la verdad se revela y la liberación se vuelve posible.
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