Entonces, que podemos decir sobre estas especificas situaciones internas en las que se transita en distintas ocasiones a lo largo de la vida. Se pueden decir muchas cosas, pero me limitaré a mencionar aquellas que pude experimentar. Poniendo el mayor interés en individualizar algunos “indicadores” que ayuden a responder, si es una situación frustrante o bien se transita una crisis de fracaso.
Explicaré brevemente lo que entiendo de cada palabra, dado que no siempre se las utiliza para calificar las mismas experiencias y éstas más allá de las palabras que las mencionan, como experiencias, son bastante indudables.
Frustración define aquello que se siente cuando algo que es deseado (independientemente de la escala o ámbito) no es conseguido. Luego de lo cual, se puede comenzar a tener pensamientos pesimistas, comparándose con otros; considerar la suerte, al “mundo”, la vida, etc. Permaneciendo un tiempo en estos devaneos se puede agravar un poco más y ya, la mirada sobre otros, el mundo y claro sobre uno mismo, comienza a rozar argumentos de cierto resentimiento: ya no es solo que algo salió mal, sino que hay “culpables” en todo esto, cercanos o lejanos.
Respecto a la comparación con otros en el estado de frustración, si se es estricto en el razonamiento hay que reconocer que no existe nadie exactamente igual a uno. La situación vital, la propia biografía, las propias sensaciones, etc. Entonces, aunque aparentemente “tranquilice” u ofrezca alguna referencia, la comparación con otros es un falso argumento. Distinta completamente es la comparación con otros momentos de la propia vida donde sí hay referencias en el mismo individuo.
Fracaso define a algo que no salió como se esperaba, pero a diferencia de lo que se hace en la frustración, ahora se van a rescatar las expectativas que se habían puesto en el asunto, ya no se está apegado a la situación puntual, sino que hay una reflexión más amplia que ayuda a comprender lo que estaba un tanto oculto y que se estaba “jugando” en el resultado esperado. El fracaso implica un grado mayor de comprensión y una disposición a “soltar” expectativas que pueden no ser proporcionales al objetivo y que a veces, debieran acometerse de otros modos.
Asumir el fracaso es aceptar que algo no está en mí, aunque con una afirmación optimista para ir hacia el futuro...
En definitiva, en ambos casos algo no sale bien y se transita por caminos que, de permanecer allí, en el primer caso, se comienzan a enmarañar más las cosas y en el segundo se presenta como una salida positiva luego de transitar la frustración.
En necesario informarse sobre estos sutiles movimientos internos y sobre todo es necesario elegir como uno quiere seguir viviendo. Porque aun los mayores “éxitos” están sujetos a la ley de ciclos, a ese ondular presente en todo, así que la mejor previsión para todos los intentos es hacerlos con plenitud, sin temer la frustración ni el fracaso, sabiendo que existen maneras de “iluminar” el camino si hiciera falta...
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