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¿Una nueva cultura?

domingo, 29 de noviembre de 2020

En la actualidad, se habla con frecuencia, del cambio cultural, de la renovación de paradigmas. Evidentemente es un proceso que está en marcha y que es advertido por muchos. Lo que no está claro sobre ese cambio o ese transito es: en qué punto se está y a cuál se arribará. No es suficientemente explícito cuál es el punto de partida y hacia que lugar nuevo se pretende llegar.

Entonces en este sentido, no se puede confundir un cambio cultural con el nacimiento de una nueva cultura. Por ejemplo tomar elementos culturales de otros regiones para tratar de incorporarlos, más que un cambio cultural, es una transculturación. Algunos pretenden incorporar “virtudes” de ciertos pueblos aparentemente útiles, mientras se ve a grandes números de la población de esos “modelos” sumidos en situaciones humanas para nada deseables. Para qué nos servirían sus supuestos aciertos económicos si eso deja a su gente en el alcoholismo, la drogadicción, la depresión o el sinsentido. Diferente es rescatar los mejores momentos de cada cultura, los momentos donde claramente el ser humano y su universo fueron prioridad.

Por otro parte ese cambio cultural o nacimiento de una nueva cultura a que nos referimos implica el reemplazo de una cultura de milenios. Dado que no es una sola generación la que construye los paradigmas, es una acumulación que se interna en un largo pasado y que en el presente muestra indudables signos de agotamiento, así como esa manta de la infancia que ya no cubre. Del mismo modo una nueva cultura no podrá ser instalada por una generación, sera un largo proceso que en algún momento se acelerará y generará el número critico que permita advertir que, finalmente, hubo una clara renovación.

Por lo tanto tener expectativas, como generación, de semejante cambio esta reñido con la escala de los procesos históricos, sin embargo las características de ese proceso le dan sentido a la acción individual, pues esas acciones suman elementos para ese aspirado cambio.

Toda reflexión, toda meditación, todo diálogo con uno mismo se hace en base a los datos con que uno cuenta en su memoria, en su experiencia y en lo que imagina, así los elementos de una nueva cultura cuanto más conocidos sean, más presentes estarán como nuevas perspectivas o como enfoques relevantes para que sean una original posibilidad dentro de esa reflexión, de ese diálogo individual o entre aquellos cercanos.

La tinción que pueden lograr esos valores culturales hoy, gracias a la tecnología de las comunicaciones, no tiene limites. Aunque no podrá ser medido fácilmente pero sin lugar a dudas que existan y se dispersen por el mundo nuevos enfoques y nuevas concepciones sobre la vida, sobre las relaciones humanas, sobre la muerte, comienzan a dotar de contenido a ese cambio.

Esa proyección puede partir de un individuo o de un pequeño grupo y llegar a un país, al mundo; encontrarse con otros focos de irradiación y retroalimentarce.

Esta nueva cultura ya nació, se esta expandiendo, hay mucha gente trabajando para propagarla, hay mucha gente que está incorporando estos elementos en su vida, el cambio ya comenzó y tiene sentido la acción individual.

Dependerá de la resonancia que tenga, dependerá de la visibilidad que alcance, no todos los intentos tendrán un gran alcance pero la dirección y la suma de esos intentos alimentaran este ansiado proceso de cambio.

Por nuestra parte y sin vueltas definimos ese cambio cultural de un claro humanismo, como una dirección inequívoca hacia donde apuntan los intentos. El punto A en el que estamos, no hace falta caracterizarlo, aunque podemos decir que lo caracteriza la violencia en todos los campos y el punto de destino esta basado en la “actitud humanista”(*) que se caracteriza por ser una sensibilidad, antes que un planteo teórico.

En todas las culturas existieron humanistas, antes de acuñarse el término y en todos ellos se pueden rescatar seis actitudes básicas: 1. la ubicación del ser humano como valor y preocupación central; 2. la afirmación de la igualdad de todos los seres humanos; 3. el reconocimiento de la diversidad personal y cultural; 4. la tendencia al desarrollo del conocimiento por encima de lo aceptado o impuesto como verdad absoluta; 5. la afirmación de la libertad de ideas y creencias y 6. el repudio a la violencia.


(*) Diccionario del Nuevo Humanismo, Silo.

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