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Campos

martes, 26 de diciembre de 2017

Las “máscaras” que por distintas circunstancias uno fue adoptando a lo largo de la vida, quizás nacieron ingenuamente, creyendo que salvando unas situaciones externas, quedaban justificadas, sin embargo, algunas de ellas continuaron y se incorporaron como parte de la personalidad y comenzaron a dejar las sensaciones internas correspondientes.
Desde su observación se puede pesquisar y encontrar las consecuencias interiores de tales formas de encarar las diferentes circunstancias vitales.

Es decir que, un determinado rol, no es sólo una cascara vacía, sino que tiene su resonancia en la interioridad.

No se plantea aquí una mecánica de causa y efecto, pero sí se está hablando de una concomitancia entre la interioridad, la personalidad y las situaciones.

A su vez, esta observación, puede abordarse desde diferentes aspectos, tanto superficiales como más profundos, llegando a configurar toda una “situación dada” o “estructura” de diferentes manifestaciones.

El tema está en que, puestos en dinámica, la vida diaria representa situaciones múltiples y cambiantes, donde uno ya es una parte involucrada haciendo difícil los cambios y la observación, pues se requiere de una cierta “distancia”.

Los temas y situaciones cotidianas, van cambiando permanentemente, las etapas vitales también traen sus cambios y en general el medio se “mueve”, con lo cual, no es sencillo encontrar las constantes que se vienen arrastrando desde tiempos pasados.

Pero es interesante, advertir que hay un “algo” que es como el “alma” de todo esto, es decir no se trata de una situación particular, presente o pasada, se trata de una suerte de “atmósfera” que es la que le da unión a todo ese funcionamiento y ella pocas veces se muestra de manera presencial, es como si no tuviera un rostro, aunque esté de manera co-presente, ligando todas las manifestaciones y todos los tiempos.

Esa suerte de “campo” inmaterial, es lo importante pues sostiene y vincula las cosas en el espacio, es como el aire que hay entre objeto y objeto, que no se ve o no se mira y que sin embargo permite definir con exactitud las formas de lo que es, o no es, cada cosa. Como si fuera el papel donde viven las letras, sin él ellas se desplomarían al no tener soporte. Que decir de la infinidad de espacio que hay entre los planetas y en general en el Universo. También de los silencios que hay entre pensamiento y pensamiento, entre imagen e imagen…

Trabajar sobre ese campo tan sutil y casi invisible, requiere de instrumentos y procedimientos delicados, idóneos para el contacto con esa particular “sustancia”.

La modificación de ese “medio” intangible que vincula a mucho de lo que va aconteciendo es una alta aspiración.

Ese campo puede explicar las repeticiones que se han sucedido a lo largo de la vida y como a pesar de tantas situaciones diferentes, hay un algo que continua más allá de cambios externos permanentes.

Esta mirada tiene su aplicación tanto para el individuo como, asumiendo el riesgo, también para la observación de conjuntos humanos, agrupados como países o culturas.

Hay muchos intentos que han trabajado para lograr estas modificaciones, también muchos accidentes históricos han contribuido de diferentes maneras, pero sin dudas que la fuerte intensidad que requiere esta transformación no es algo dado y sencillo. Aunque ciertamente en lo que se intenta, hay gradaciones entre “lo malo y lo bueno” que van retrasando o contribuyendo con todo esto.

Esta difícil concepción, dificultosa por no ser algo propio del ambiente, produciría nuevas acciones para el tratamiento de diferentes situaciones, pues el habitual modo de encarar los temas, siempre va al objeto, a la imagen, a la anécdota, al órgano, a la persona, etc. en general se aísla un elemento para curarlo, corregirlo, segregarlo, negarlo o afirmarlo. Si bien no es necesario plantearlo como una oposición, si sería complementario, incorporar el sentido de “campo”, es decir, la atmósfera intangible que nuclea aquello que se individualiza. Seria aceptar una realidad indudable que completa todo aquello que somos y, sobre todo, aquello que podemos ser.

Así si se lograra a nivel social producir esta “trasmutación” se podría imaginar está metáfora: la crisálida quedó atrás y hermanados vimos como una mariposa multicolor, desplegando sus alas, se lanzaba hacia el espacio infinito…

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