En cuanto a la inspiración ya se ha dicho bastante. Se la ha ligado a la producción artística y a sus “musas”; a la ciencia y algunos descubrimientos; también a la mística recibiendo mensajes y revelaciones con asistencia “divina”. Muchas de las producciones en estos campos y también en otros, han surgido gracias a este especial mecanismo. Más llanamente, a veces está en la vida cotidiana, en aquello que definimos como “caer en cuenta”, palpito, etc.
En todos los casos, la inspiración, aparece de maneras diversas aunque siempre parece responder a algún tipo de búsqueda, clamor o interrogante. Estas respuestas inspiradas surgen y se traducen en el medio cultural y en el espacio mental del inspirado.
Por lo tanto todo este contexto -donde llega la inspiración- no es un factor secundario para las características de la producción inspirada. Se trata de un campo al que se lo podría calificar como el de las “circunstancias” o de la “situación” del o de los individuos. Es entonces desde este contexto (cultural-mental-histórico) que surgirán también, las formas de respuestas inspiradas al mundo.
Sin embargo, sin considerar todo esto, las acciones no se detienen y continúan su marcha, con o sin inspiración. Por ejemplo, tomemos el caso de los gobernantes, ellos impulsan leyes, programas, medidas, etc. que se proponen como soluciones a determinadas circunstancias, muchas de ellas o tal vez la mayoría no responden al mecanismo de la inspiración, que estamos tratando aquí, más bien se tratan de cálculos, ideas, especulaciones y formalismos.
La inspiración, se supone, viene de algún lugar profundo, allí donde no llega la razón y donde la fuerza con la que se busca, tarde o temprano, atrae su presencia.
De qué modo se puede medir esto? Un indicador, puede ser, el tipo de implesión o encaje que va encontrando con los muchos (gente).
Si un gobierno funcionara así se produciría una dinámica más “ergonómica” digamos, en lugar de un “nada pega con nada”.
A qué atribuir la falta de inspiración de los gobernantes (me refiero a los tres poderes). En principio no está claro que la busquen y si lo hacen nos son prístinos los yacimientos donde procuran, ni tampoco los contextos mentales con los que la traducen. Se observa una gran ausencia de verdadero interés, bondad y grandeza, indicadores estos que ilustran sobre el lugar de donde parecen llegar las “señales” de nuestros notables.
Por lo tanto y, no por mal pensados, queda el interrogante sobre algo esencial respecto a la inspiración... ¿buscaran la inspiración para estar a la altura de las demandas del imperio de las circunstancias? ¿tendrán nuestros funcionarios (del país que sea) alma o algún tipo de sustancia asimilable a ese concepto?
No es excéntrico sostener que hoy asistimos a una disputa entre lo luminoso y la oscuridad, pues es en última instancia, desde estas regiones que surge el sentido de las acciones. Tanto de un individuo como de un determinado poder.
No es muy difícil de advertir de dónde vienen (de cuál mundo) las cosas que se dicen o se hacen...
Ojalá, como parte de los muchos, logremos captar cada vez más lo inspirado y hacerle el vacío a aquello que no lo sea.
Una cosa es fugarse de la realidad, pretendiendo vivir, en grandes mundos intelectuales, históricos, filosóficos, políticos, artísticos o místicos, esperando que ese “dilatar” solucione los temas concretos que a uno lo presionan y otra cosa, muy diferente, es dejarse “achatar” por las situaciones vitales y no buscar atravesar las barreras que la cotidianidad parece imponer al saber, al experimentar, al comprender, al hacer, etc.
En general se supone que, los humanos primitivos, vivían en una gran credulidad de muchos aspectos del mundo. Se dice que hoy, las personas del siglo XXI, hemos dejado atrás ese estado de ingenuidad. Pero me pregunto si será ajustado este veredicto.
La arrogancia de pensar que ya no se cree en cualquier pavada, con frecuencia choca de frente, con lo que se observa en la actualidad...
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