En todos los casos tenían diversas funciones y formaban parte del entorno de los lideres, pero también, los había cercanos a las personas comunes.
Ninguno de estos podrá lucir un 100 % de eficacia en sus pronósticos, sin embargo, en algo acertarían pues de otro modo no hubieran logrado sostener su posición y prestigio en esas comunidades.
En esta parábola de caída en la que está empeñada nuestra época, este lugar lo comenzaron a ocupar las empresas encuestadoras con sus pronósticos, apoyados en “métodos científicos”. Estas entregan sus conclusiones a quienes les solicitan saberes futuros a fin de adelantarse o bien modificar tendencias. Por supuesto que estos modernos brujos podrán manipular sus resultados para algún lado que les resulte conveniente y, ademas, hay que decirlo, vienen fallando con sus predicciones, no sabemos si porque manipulan para tener contentos a sus clientes o bien porque equivocan los procedimientos.
En defensa de las consultoras, hay que reconocer la imprevisibilidad de los individuos, aunque ésta incertidumbre se comienza a “aquietar” cuando se trata de grandes números. Pero les resulta muy costoso alcanzar la proporción numérica correcta que define la tendencia en un universo de millones.
También, más a nivel individual, los psicólogos, grafólogos, etc. y sus “test” intentan ver el futuro o la posible conducta ante situaciones probables y muchas veces sus resultados sólo sirven para determinarle proyectos a los pacientes o buscadores de empleo.
Por supuesto que perviven, un tanto ocultos, otros procedimientos más ligados a los métodos primitivos de adivinación que suman confusión (puerilidad y extravagancia) a este momento histórico y que no se los puede considerar masivos.
Hay todo una cosa con el futuro, una fascinación por adelantarse y también una necesidad de aclararlo, sin embargo por alguna razón, en estos tiempos, resulta muy difícil adentrarse más allá del presente. Así el futuro oscila (muchas veces dependiendo del estado de animo) entre el temor y la esperanza.
Pero volvamos a ésta singular pretensión de “ver” lo que sucederá. A nadie escapa que ya en las especies animales hay algunos indicadores de algún tipo de previsión. Bestias que presienten algún desastre natural, se adelantan a lluvias o vientos, algunos construyen sus nidos previendo estas cuestiones, etc., etc. Es más, en las poblaciones rurales sus pobladores tienen en cuenta movimientos de la fauna como lectura de lo que vendrá. Se sabe que los animales no son formados por sus adultos en estas cuestiones, sino que se trata de un “saber” instintivo.
Vale decir que este asunto de la adivinación, aunque nimbado de toda una atmósfera, representa una función básica de la vida. Por nuestra parte, si algo de ese instinto se mantuvo, no sabemos muy bien dónde está o cómo usarlo, sobre todo en los pobladores de las grandes ciudades que han ido perdiendo contacto con lo natural, incluso, los animales que viven en las metrópolis van cambiando sus hábitos, se ven pájaros por ejemplo, que comen de noche cuando hay poca gente y el transito es mucho menos denso.
Tradicionalmente las personas que se ponían en esa frecuencia de adivinación no eran muchas, se trataba de algunos pocos, mostrando así que tiene su complejidad y que no es para todos. También se apoyaban en procedimientos más o menos específicos para lograrlo, evidenciando que hay que, de alguna manera, salirse de las ocupaciones y temas en los que en general transita la vida cotidiana de las mayorías.
Se usaban sustancias embriagadoras, ya sea bebidas, o en humos, etc. para intentar ponerse en otro tiempo diferente al diario. También se buscaban respuestas en los sueños o en infinidad de “señales” que podían darse en el mundo y que, un particular estado, les permitía leer e interpretar.
También otros sin sustancias o intuiciones usaban procedimientos extraños con números o observaciones estelares y naturales para hacer sus veredictos.
De todo esto fue quedando la “cascara” y hoy quizás todo esté en uso pero con finalidades superficiales o “caídas”.
Sin embargo esta degradación de los procedimientos y objetivos no desacredita, en si misma, a la adivinación ni a esa pretensión. Creo que sigue siendo válida y necesaria, pero como todo lo que esta época va tocando, como una especie de rey Midas al revés, lo va convirtiendo en una caparazón idiota y tosca.
Sabemos hasta aquí, que se requiere de un particular estado que no está dado por ninguna sustancia, sino por un propósito anterior que escapa a lo cotidiano, las sustancias solamente aceleran ese modo de ubicarse1. Aun con el uso de otros métodos (sin sustancias), como las intuiciones, los sueños, la observación, etc. tiene que estar la misma pretensión, lejos de lo individual, para que se pueda ubicar correctamente la señal. Lo más dificultoso no está en decodificar las respuestas sino en dejar las aspiraciones mundanas de lado, cosa que por otra parte impide ponerse en ese “otro lugar” y confunde la interpretación de las señales.
En síntesis creo que es un anhelo válido habilitar esta función vital, quitándole la expectativa mágica que conduce justamente a lo opuesto que se busca. Para esto quizás hay que adiestrase de alguna manera (con métodos específicos) y contribuir con esa “tecnología” a lo más instintivo e intuitivo que algunos pueden reconocer en sus vidas.
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