Buscando biografías, me topé con esta persona que en el siglo XI dejó una importante “huella” en el campo de la medicina. Trótula, pudo sobrevolar los prejuicios que en la época perjudicaban a la mujer y no sin dificultades desarrollar y publicar tratados sobre medicina femenina.
Trótula vivió en Salerno en torno al 1050; en aquella época la ciudad estaba abierta a los intercambios comerciales y culturales. Ella frecuentó la Escuela Superior y se especializó en medicina. La Escuela medica de Salerno era entonces un centro cultural de vanguardia, no era controlado por la Iglesia, ademas, en Europa era la única universidad abierta a las mujeres tanto para estudiantes como docentes, de hecho Trótula fue profesora allí.
Sus libros se centran en los problemas médicos de las mujeres. Sus escritos reflejaron ideas muy avanzadas para su tiempo: un ejemplo es su apoyo a que se suministrasen opiáceos a las mujeres durante el parto para mitigar el dolor, una práctica que entonces era perseguida por las autoridades. También afirmaba que los impedimentos a la concepción podían ser debidos tanto a las mujeres como a los hombres, en claro contraste con la creencia de que la esterilidad de una pareja siempre era debida a la mujer.
La obra de Trótula fue tan revolucionaria para su tiempo que ya desde el siglo XII, empezaron a levantarse voces afirmando que era imposible que una mujer pudiera haber escrito todo aquel saber y dieron la autoría de sus libros a su marido. Se llegó a afirmar que Trótula no había existido. Voces críticas que se levantaron incluso en el moderno siglo XX insistiendo en que no era posible que una mujer hablara de temas tan complicados.
Pero a pesar del empeño de algunos por silenciar a Trótula de Salerno, sus ideas y sus conocimientos ginecológicos se enseñaron durante siglos en las universidades.
En un Salerno abierto a la vocación médica femenina, pronto surgirán los nombres de cinco mujeres expertas en el arte de curar: Trótula, Salernitana, Constanza y Calenda, alemanas, Rebeca Guarna, judía y Abella, musulmana, que simbolizan así, cómo en la fundación de Salerno se conjugaron los saberes de judíos, árabes y cristianos.
Las enseñanzas ginecológicas de Trótula de Salerno serán seguidas durante muchos años por la medicina de toda Europa, convirtiéndola en la mujer de mayor prestigio de la Obstetricia y Ginecología de la Edad Media.
Si bien se trata simplemente de una “partícula de la historia” (sólo un momento y un lugar) donde campeó cierto espíritu humanista, aun así podemos ver el efecto benéfico de la apertura y de la convergencia.
Quiero imaginarme ahora que a nivel general se permita la expresión y el perfeccionamiento de las vocaciones dejando de lado todo “naturalismo” biológico (edad, sexo, raza). También más allá de toda diferencia cultural (religión, clase, genero). Si ésto es posible nos encontraríamos a futuro no con un “puñado de genios”, sino con millones de ellos, cosa que aceleraría notablemente el progreso y la liberación humana.
Alguien se podrá preguntar ¿para qué acelerar? Para salir definitivamente de la prehistoria humana y entrar todos juntos, de una vez, en la historia verdaderamente humana, pues nos espera un Universo por descubrir y explorar; preguntas fundamentales por responder y tantas otras cosas que tal vez no podemos aun imaginar.
Aunque si se esperara una respuesta más “concreta”, podemos decir que: la superación, hoy posible, del hambre, de la violencia, del dolor y del sufrimiento son suficientes motivaciones para querer esta aceleración.
Acelerar no sólo significa hacer todo más rápido, en este contexto, significa también multiplicar los aportes individuales y de conjuntos hacia una nueva humanidad.
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