Otra vez sucedió algo singular en medio de la cotidianidad más o menos habitual. El caso comenzó con una publicidad televisiva, de esas que normalmente interrumpen lo que uno está viendo. En ésta ocasión se trató de la propaganda de un agua mineral con sabor a frutas.
El argumento se desarrolla en un tren y dentro del vagón hay distintos personajes que, obviamente, elijen éste tipo de agua para consumir. Todo en una atmósfera exagerada e irreal pero de cierta familiaridad; uno de los personajes que más aparece y que resulta la imagen final, de cierre, de ese spot, es el “guarda” que con su uniforme y gorra característica va recorriendo el pasillo hasta que finalmente se empina la botella del coloreado liquido.
Me quede afectado por la publicidad, sobre todo me hizo “ruido” las características físicas de ese personaje, pues distan mucho de lo que suelen ser los que desarrollan esa función en la vida real. Quizás de eso se trata, de poner una imagen de alguien que desentone y así “tocar” al espectador más intensamente. No lo se, no conozco sobre los criterios de ese tipo de producciones. La cuestión es que me resultó incongruente y me dio cierta curiosidad, claro que ésta se disipó de inmediato cuando nuevamente comenzó aquello que previamente estaba mirando.
Al día siguiente, volviendo de trabajar en el autobus, numero 109, iba cómodamente sentado e imaginando cosas por hacer y mirando el paisaje urbano (yendo y viniendo) como sucede en los viajes. De repente sube al transporte publico el personaje de la publicidad, el guarda, que el día anterior me había hecho pensar. No tenia el disfraz de la publicidad pero claramente era él. Antes de bajarme lo mire y le dije a modo de saludo la marca del agua que ofrecía la publicidad y levante el pulgar, el personaje se sorprendió gratamente y sonrió...
¡Necesitaba confirmar que no estaba alucinando!
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