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Azar e intención

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Recientemente estuve afectado por una intoxicación alimenticia, sin entrar en detalles más allá de la fiebre y de un debilitamiento general, quedé una semana tendido, comiendo escasamente e ingiriendo grandes cantidades de agua.

Ésta situación me llevó a reflexionar sobre el azar. Experimenté en carne propia como una insignificante microbio puede introducirse en el cuerpo y vulnerar las defensas, “quitándote del mundo” en 24 horas.

Aquí no se trató de acciones temerarias, ni de mala suerte, ni siquiera de castigos ultramundanos. Se debió simplemente al azar, dado que las bacterias en algún lugar tienen que vivir y en la ocasión, mi cuerpo, resultó ser ese sitio.

Pude imaginarme como, durante mi ausencia forzada, “el mundo” continuaba con su dinámica y mi presencia en él era irrelevante. Me dimensionó sobre la escasa importancia que la vida individual tiene para el proceso humano y que aunque uno tenga sus espejismos y ensueños, en realidad, en principio se trata solamente de fantasías.

Ciertamente aquí no estoy considerando al medio inmediato de cada cual y la ayuda afectuosa que de él recibimos en distintos tipos de situaciones, del mismo modo que, ese “mundo” también recibe nuestra influencia de distintas maneras.

Con la observación anterior sobre la influencia en la humanidad, me refiero más en general a los grandes conjuntos y a los grandes procesos.

Volviendo al azar, fue tan impactante la experiencia de vulnerabilidad, que me pregunté:

¿Solamente estamos sujetos al azar y por tanto debemos disfrutar mientras podemos porque tarde o temprano ésta ley nos afectará?

Como respuesta a esta romántica y desoladora visión, me surgió lo siguiente: no solamente es esa ley la que nos influye, simultáneamente también actúan otras.

Por ejemplo ésta vulnerabilidad, también nos demuestra que hacia “arriba”, hacia lo intencional, la liberación, no estamos determinados a ser sólo aquello que hoy somos, no. No existen límites para ser lo que uno quiera. Así como no hay seguridad de que alguna “entidad” esté cuidando nuestra existencia individual, tampoco la hay de que otra esté poniéndonos límites o frenos para ir hasta donde nos propongamos.

Porque aun en el caso que uno apele a imágenes protectoras o inspiradoras estas entidades están dentro de uno y allí se experimentan. Es desde la propia necesidad que pedimos y se acercan a nuestra presencia o simplemente, desde uno mismo no son tenidas en cuenta y son simples lejanías. Entonces depende de uno que estas imágenes dancen con vida propia o sean figuras planas o inexistentes. Ahí en el propio recogimiento y contacto sincero está el camino entre lo imprevisible y lo querido.

En este contexto, cobró un nuevo valor, pensar en lo conjunto, pensar en trabajar con otros y hacia otros. Como si la vida individual aumentara de sentido en la medida que se va hermanado con otros seres humanos. Éstos concretamente son los inmediatos. Pero también son los contemporáneos y también aquellos que ya no están y también los que vendrán, pues las realizaciones que hoy buscamos, en muchos casos, comenzaron en otros, ya ausentes y también algunos de nuestros grandes ideales únicamente se materializaran en generaciones que todavía no llegaron.

El sentido individual debe tener en cuenta a otros, justamente para que sea Sentido.

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