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Panic attack[1]

martes, 4 de agosto de 2015

¿De qué se trata esto tan presente en el mundo de hoy? ¿Se tratará de una “enfermedad” de la modernidad? ¿Tiene cura o tratamiento?

Voy a introducirme en el tema aclarando primariamente que no soy médico, por lo tanto no puedo afirmar el conocimiento de las posibles razones físicas de estos “ataques”, no soy psicólogo, tampoco psiquiatra para afirmar el origen mental o químico de toda ésta cuestión. No soy un irresponsable que habla de temas delicados basado en pareceres o algo que le contaron. Tampoco estoy proponiendo ningún tipo de terapia o algo similar, simplemente estoy compartiendo un testimonio sobre cómo han acontecido en mí estas circunstancias.
Despejado lo que no soy, al menos en esta ocasión, voy hablar del tema basándome en experiencias que he tenido y que pueden englobarse dentro del término que figura como título. Además citaré las consideraciones y reflexiones a las que esos ocasionales “eventos” me impulsaron, soy un entusiasta de los temas humanos y con algunas observaciones intentaré reflejar cómo se manifestó en mí este asunto.

Concretamente estuve expuesto a tres situaciones de este tipo a lo largo de mi vida, en ellas no estuve ante un peligro real, al contario fueron situaciones cotidianas. Contrariamente estuve frente a situaciones realmente peligrosas y ante ellas surgió una actitud de serenidad y una claridad mental sorprendente.

Pero quiero detenerme en esas tres que se emparentan con el título de este artículo. Remarcaré para ello ciertas características previas y de situación que tuvieron en común. En primer lugar, aun distanciados por décadas, estos episodios se dieron en un estado vigílico débil, luego de no dormir o hacerlo escasamente, situación donde los “recursos” racionales no funcionaban normalmente. En segundo lugar, relacionado con el mismo estado anterior destaco la permeabilidad, en esa situación, a la sugestión de imágenes que se dispararon en mi “espacio” interno, a tal punto que se impusieron en mi presencia, con mayor vigor, aquello que imaginaba a lo que mis sentidos percibían. Un tercer aspecto fue que en una de las ocasiones, no pude restablecerme y “huí”, pero sin embargo en las siguientes logre el autocontrol a través de poner en marcha el cuerpo y otras respuestas de conexión con el mundo que percibía y así continuar normalmente con las situaciones en las que estaba, luego de que las pulsaciones y en general las respuestas vegetativas se nivelaron.

¿Qué saque de todo esto? En principio un mayor conocimiento de mi mismo. También advertir que existen en un nivel muy profundo de la interioridad ciertos “reflejos” de gran potencia. Resortes internos que si se ajustan correctamente a lo que una situación demanda, serán respuestas salvadoras o como mínimo de ayuda para la autoconservación. Ahora sucede que esas primitivas respuestas se disparan en ocasiones que lo perceptual no lo amerita, aunque sí le corresponda a lo que dicta la imaginación, cuando ella logra “arrastrar” cargas profundas, sensaciones netas del intracuerpo y no simplemente la divagación “superficial”. No es lo mismo que imagine algo grave para mi vida de modo “cosmético” a que lo haga desde la profundidad de mis vísceras, donde claramente los mecanismos vitales se disparan en mis sistemas, sanguíneo, nervioso, etc.

Haciendo una simplificación arbitraria, sería como activar el reflejo de eludir una pelota, cuando estoy sentado o caminado y ningún balón está viniendo hacia mí, eficaz para alguna ocasión pero esa vez, fuera de lugar.

No se me escapa advertir los peligros que fuimos atravesamos al ir poblando el planeta, fueron necesarios un gran repertorio de “alertas” para sobrevivir. Imagino tener frente a mí a un tigre dientes de sable hambriento de 280 kg de peso, por ejemplo…

Sin embargo esos antiguos reflejos pueden hacer su aparición actualmente y sin coincidir con situaciones reales de peligro. Por lo tanto no se trata, en mi caso, de eliminar esos reflejos, sino de dominarlos y dejarlos “allí” apoyándome en el autocontrol. Digo que la salida es lograr restablecer el control de mí mismo apoyándome en mi fuerza interior[2] y también en el mundo que me rodea[3]. Al decir esto advierto que es una respuesta que podría corresponderle a muchas otras situaciones donde, desde algún tipo de compulsión, perdemos el control…

Para terminar aclaro que no me introduzco voluntariamente en las imágenes truculentas que podría hacer surgir, excepto en ámbitos elegidos[4]. No estoy interesado en probar mi fuerza psíquica, pero sí contar con una “escalera de incendio” en caso que las compulsiones qué se “apoderan” de la imaginación aparezcan. De esta manera aunque reconozca situaciones que puedo temer afrontar, intento no dejar que el temor afecte la dirección de mi vida.



[1] Los ataques de pánico son períodos en los que el individuo sufre de una manera súbita un intenso miedo o temor con una duración variable: de minutos a horas. Los ataques o crisis de pánico generalmente aparecen de repente.
[2] El significado que le doy a “fuerza psíquica o interna”, la refiero a un tipo de determinación o decisión de superarme apoyado en herramientas idóneas.
[3] Según se lee en un estudio monográfico, los monjes del Tíbet, cuando querían acceder a otro nivel de su formación debían exponerse, en la soledad de la montaña, a las imágenes de sus máximos temores, de manera de salir fortalecidos si lograban controlarse. “Un Humanista Contemporáneo”, Las Organizaciones Monásticas de la Historia, Salvatore Puledda.
[4] Uno de estos “ámbitos elegidos” es trabajando, por ejemplo, con la Experiencia guiada: “El Trineo”, Obras Completas I, Silo.

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