El mundo actual violento, no es posible sin egoísmo y el mundo aspirado no será posible si continuamos con él.
Si bien lentamente la cortesía y los buenos modales le van poniendo límites al egoísmo no bastan para producir verdaderos cambios, también el egoísmo se va sofisticando. Así como no basta con el estudio para ser un buen profesional o técnico, hace falta algo más, algo que aunque se trasmita formalmente no se aprende fácilmente, en tanto el sujeto no lo ponga desde sí.
También las formas de organización social van regulando con distintos “corsés” a la codicia. Leyes, impuestos, participación, sindicatos, en suma formas que los momentos históricos y las luchas van incorporando para regular y poner ciertos frenos al egoísmo. También las religiones lo intentan con sus preceptos.
Pero en estos contextos, la inmediatez de mis necesidades y deseos es sobre manera tangible, esto no se puede negar, dan una neta presencia; ello explica, en parte, por qué es más fácil cerrar la mano, que abrirla con desposesión. Pero también es palpable, aunque más tenuemente, lo que queda en mí y que no se va luego de haber tratado a otro de alguna manera.
El egoísmo es posible en tanto vea en los otros la concreción de mis intereses, así el otro cobra volumen cuando es “para mí”, si no resulta serlo, sigo y me llevo el “volumen” que le atribuí y el otro será nuevamente una figura plana, una sombra, un número o alguien de quien cuidarse o que ya cambiará (para mí).
Sin embrago ante un panorama tan enredado, el simple trato al otro como me gustaría que me traten[1], produce un cambio radical, una detonación con consecuencias de avances en todos los campos.
En un momento de confusión y crisis como el actual ¿puede algo tan simple ser una salida? Creemos firmemente que sí lo es.
Sin buscar culpables de las raíces del egoísmo o de cualquier acto contractivo, sin rizar el rizo, liberándose de tantos dimes y diretes, se podrá tomar la simple decisión de tratar a los demás como me gustaría que me traten y convertirlo en un acto revolucionario.
Esta propuesta, puede verse como una idea cándida, aunque lo verdaderamente ingenuo, es seguir creyendo que, cuando trato a los otros no queda nada en mí, que todo se desenvuelve externamente y que no deja en mi sentir su cotidiano e incesante registro. Esta "sustancia" sumará o restará a la experiencia de satisfacción vital. La superposición de lo que creo que es mejor para mí sobre lo que es esencialmente necesario va ahogando mi más intimo sentir. Este error de cálculo[2], que no incluye mi profundo sentir en la ecuación, tiene implicancias en todos los aspectos de la vida, así como el aire que me llega desde afuera y que necesito para todo.
Mis intereses no son la totalidad de “mi” también hay otros espacios.
Resulta que para aclararme esto del trato, debo partir de un tipo experiencia, de una decisión interna, sino será sumar una convención más que, aunque contribuya con los buenos modales, no lo hará significativamente.
Por esto es relevante no tomarlo dogmáticamente como una convención llegada desde afuera, sino dar el trato que me gusta que me den y cotejar lo que me deja como experiencia ésta forma, en comparación con otras maneras de relacionarme. Así por la comparación entre lo que me deja una y la otra, podré elegir libremente con cuál quiero comenzar a quedarme, cuál experiencia me da más libertad.
En síntesis lo buenos modales, cumplir con reglas, con dogmas y leyes ha ido mejorando el mundo, pero hasta que no surja la necesidad interior (ese impulso del espíritu) que se traduzca en el trato que doy, no será suficiente para producir un acto revolucionario.
Por tanto lo verdaderamente revolucionario, no será solamente político y social, sino que será gracias al tipo de trato que doy y reclamo. Acción que irá convirtiendo el mundo en esperanza de una nueva humanidad. Logrando concebir otro esquema de vida. Dejando atrás valores de superiores e inferiores, individualismo, salvarse quien pueda, egocentrismo, etc. todas manifestaciones más o menos groseras del tema que nos ocupa. Afirmaciones esas que cuando han estado avaladas por formas de organización social o religiones han sumado monstruosidad a la historia humana.
Hablamos de algo muy arraigado, muy primitivo que como otras expresiones aspiramos a superar.[3]
Es pequeño el aporte de la acción de un individuo para ampliar esta revolución, pero la simultaneidad de los hechos mundiales, el poder comunicacional de los individuos hoy también es global y así pueden pequeñas acciones llegar a ser una importante influencia.
Es justamente porque no me olvido de mí que trato bien al otro, pero este “mí” además de los intereses, es también un interno sentir que no tiene que “chocar” con lo que me interesa.
El profundo sentir que me va dejando todo trato y toda acción es como una ola interna que rompe suavemente, violentamente o ignoradamente, pero que siempre está llegando a mi corazón…
[1] “10.Cuando tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas”. Obras Completas Volumen I, “Humanizar la Tierra”, La Mirada Interna, Cap. XIII Los Principios, Silo. Plaza y Valdés 2004.
[2] “6.Digo que tu egoísmo no es un pecado sino tu fundamental error de cálculo porque has creído, ingenuamente, que recibir es más que dar”. Obras Completas Volumen I, “Humanizar la Tierra”, El Paisaje Interno, Cap. XV Dar y Recibir, Silo. Plaza y Valdés 2004.
[3] “Conclusión: la ciencia y la justicia son necesarias para vencer el dolor en el género humano. La superación de los deseos primitivos es imprescindible para vencer el sufrimiento mental.” Obras Completas Volumen I, “Habla Silo”, I. Opiniones, comentarios y participación en actos públicos, La Curación del sufrimiento, Silo. Plaza y Valdés 2004.
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