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¿Caña o roble?

viernes, 28 de agosto de 2015

Es muy difícil describir la crisis actual pretendiendo abarcar tantos puntos de vista, cada día aparecen nuevas interrelaciones entre todos los componentes del momento, culturas, política, generaciones, la ciencia y la tecnología, etc. Muchos de estos acontecimientos pueden considerarse irrelevantes, pero cómo saber cuáles lo son y cuales no, cuáles influirán seriamente en un futuro inmediato.

¿Qué parte se puede predecir de toda esta situación? ¿Existen modelos que prevean los acontecimientos y su dirección? ¿Vamos hacia lo impensado o es impensable el futuro?

Sin respuestas cabales a estos interrogantes y simplemente asumiendo que estamos inmersos en un mundo con fuertes cambios, no sólo muy veloces, sino que en muchos casos mudanzas imprevisibles. Tratando de despojarnos de otras consideraciones, podemos acordar que toda esta aceleración e imprevisibilidad nos expone de manera general, a una fuerte sensación, me refiero al estado de “inestabilidad”.

Si asumimos que todo el mundo está en algún grado de inestabilidad. ¿Qué es lo que queda como respuesta? ¿Si el piso se mueve constantemente, cómo asimilar esos movimientos, sin tomarse de cualquier cosa?

Sin dudas que lo relevante ante este panorama es lograr "flexibilidad", aquella que permita la adaptación, aptitud que a lo largo de la vida a favorecido a tantos seres a seguir su proceso evolutivo.

Sin embargo es urgente advertir que la adaptación puede tener distintos signos, pragmático por ejemplo, ésta vía puede ser una respuesta, en apariencia útil para la coyuntura, aunque sin futuro.

Más allá de lo flexible que pueda resultar un organismo, tiene que vislumbrar un para qué, un sentido, una dirección de esa respuesta de adaptación. En este sentido parece ser que la finalidad más general es la evolución.

El futuro no está determinado y las acciones presentes de adaptación resultan un “modelador” del porvenir, hay aspectos que tienen que ser flexibles ante lo impredecible y otros más esenciales no deben ponerse en juego, por ejemplo la decisión de seguir viviendo y en qué condiciones hacerlo, el tratar a los otros como queremos ser tratados, la búsqueda de la libertad, las prioridades de la vida, etc.

La rigidez es análoga a un mundo estable de cambios muy graduales, donde no es necesario hacer grandes previsiones porque no se esperan cambios imprevistos. Pero para un mundo en permanente cambio y con direcciones imprevisibles (no hay antecedentes de semejante choque entre culturas, de una conexión global con una producción y consumo de información nunca antes vista y de una aceleración del tempo histórico, donde en cortos lapsos de tiempo acontecen infinidad de fenómenos) lo monolítico o rígido carece de dinámica y su inflexibilidad lo pone en crisis.

Cuanto mas rígido sean las organizaciones y los individuos corren mayor riesgo de “fracturarse”, por lo contrario lo más vital para las circunstancias actuales, es la capacidad de adaptación, pero ésta puede adquirir diferentes signos, en general pueden ser involutivos o con dirección evolutiva.

Silo, propone pautas precisas ante esta necesidad de adaptación con una dirección:

1. una cierta proporción, tratando de ordenar las cosas importantes de la vida, llevándolas en conjunto y evitando que algunas se adelanten y otras se atrasen excesivamente;

2. una cierta adaptación creciente, actuando a favor de la evolución (no simplemente de la corta coyuntura) y haciendo el vacío a las distintas formas de involución humana;

3. una cierta oportunidad, retrocediendo ante una gran fuerza (no ante cualquier inconveniente) y avanzando en su declinación;

4. una cierta coherencia, acumulando acciones que dan la sensación de unidad y acuerdo consigo mismo, desechando aquellas que producen contradicción y que se registran como desacuerdo entre lo que uno piensa, siente y hace.

Distinguimos entre la desadaptación que nos impide ampliar nuestra influencia, la adaptación decreciente que nos deja en la aceptación de las condiciones establecidas y la adaptación creciente que hace crecer nuestra influencia en dirección a las propuestas que hemos venido comentando.
“Tercera Carta a mis amigos”, Silo, Obras Completas volumen I.

La capacidad de adaptación, resulta ser como un músculo que permite flexibilidad interna. Se entrena a través de la reflexión, con la critica y la autocritica, con la real meditación y el contacto con las propias imágenes, en el intercambio, el contacto con otros y en la búsqueda de la coherencia interna.

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