Por tanto si afirmamos que el estudio de la historia es vital para el ser humano, no será una posición dialéctica con lo anterior, sino que se tratará de la comprensión del medio propiamente humano donde todos aquellos “alimentos” se han manifestado.
Estudiar ese “medio” implica alcanzar una vinculación con el presente, es decir, advertir que el pasado “detenido” en los hechos históricos está en “movimiento” en el hoy de los contemporáneos. Varias generaciones que mantienen infinidad de códigos y que también proponen nuevos. En suma somos más o menos críticos de lo que hemos sido y también encarnamos lo que queremos ser en el presente y aspiramos ser en el futuro.
Desde hace un tiempo venimos buscando métodos, ciclos y ritmos, en definitiva instrumentos para poder incursionar en el estudio histórico. Ante la vastedad del universo en cuestión ¿de qué modo introducirse en él?
Habrá parámetros instrumentales para aprender, propios de este momento histórico. Sabemos que no podrán ser “matemáticos” pues en lo humano 2+2 no siempre es 4. Puede dar más o menos o ¡incluso una letra! Tampoco nos servirá el “método” de las épocas de Altamira para este fin, tendrá que ser uno propio de este momento de la conciencia, donde se recojan las mayores comprensiones de todo el proceso humano.
Pero ¿qué utilidad puede tener esto? ¿Qué tiene que ver con la necesidad de respuestas prácticas que demanda el presente? ¿Qué utilidad puede tener para el necesitado? ¿De qué sirve la historia cuando la vida es hacia adelante?
Éstas y tantas otras preguntas pueden tener la respuesta que justifique hacerlo o no realizarlo. Tomemos la opción de que sí tiene utilidad el estudio de la historia. Esta posición, como mínimo, puede poner al necesitado en una real perspectiva y ayudarlo a comprender que en su hoy se están expresando temas no resueltos de la historia y otros tantos que sí.
Esta visión puede otorgar una mayor decisión a encarar los cambios que requiere el presente que serán una propuesta de salida para aquellos temas no resueltos. Se trata de optar por sentir sólo el “peso” de mis circunstancias o la “liviandad” de buscar con verdadera esperanza una transformación.
Aunque viva “mi vida” como la única, ella es también una “partícula” en donde se expresa toda la historia humana. No se puede negar la importancia que tiene para cada uno su propia biografía, pero también hay que reconocer que ella se da en un determinado medio histórico. Éste más allá de las particularidades nos va ofreciendo distintos tipos de “alimento”.
Lo histórico y social entonces fue diferente para cada humano y éste fue “el medio” donde se nutrió y movió. Desde aquel “tosco bípedo” hasta hoy, en pocos milenios, ese medio comenzó a acumular memoria que alimentó cada presente y estimuló la imaginación de una manera asombrosa llegando hasta hoy.
Entonces ante este medio histórico y social puedo adoptar distintas polaridades, someterme o rebelarme. Puedo aspirar a algún tipo de inmortalidad futura y también por el conocimiento de la historia, puedo asomarme a un nuevo tipo de “vitalidad” (**).
(*) Definición atribuida a Cicerón.
(**) Aquí muy sintéticamente, quiero expresar que así como en el tiempo futuro puede estar la aspiración de la inmortalidad, el tiempo pasado -la historia- puede enseñar mucho sobre esa posibilidad otorgando un nuevo modo de estar en el mundo, que se expresará sintéticamente, es decir, del mismo modo que hoy se expresan tantos saberes y experiencias en cada uno. Rebelándose a vivir como “el primer humano” y tratando de ser la acumulación de experiencia que nos corresponde. Pongo la historia y la trascendencia en el mismo plano, pues tuve esa experiencia, en ambos casos, la ampliación temporal fue significativa y complementaria. Creo que en algún punto comparten una cierta "sustancia".
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