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Un aroma persistente

martes, 21 de octubre de 2014

Ayer tuve un extraño encuentro, se trató de una situación cotidiana, del tipo habitual, pero sin embargo en esta ocasión se desarrolló de una manera peculiar…

Había decidido no escribir sobre el tema, pero ahora, luego de más de 24 hs. de la anécdota aun persiste en mi olfato, en la nariz, el residuo del aroma del personaje con el que me cruce ayer. Si bien ya me he bañado, cene y dormí, todavía, a esta hora del nuevo día, me encuentro con ese “recuerdo” entrometido en mi cotidianidad… Por eso lo estoy escribiendo buscando una manera de desplazarlo y dejarlo fuera de mí presencia, ubicándolo exclusivamente como recuerdo.

Por un lado debo apuntar que luego de un cambio de hábito, estoy con el olfato sensible. Por otro que el aroma al que estoy refiriéndome es el resultado de la transpiración acumulada, mesclada con la ingesta de bastante cerveza que da su particular “tinte” al sudor y además cierta permanencia también en el aliento. No estoy afirmando que sea desagradable, simplemente que no es mío, ni forma parte de mi domesticidad. Se ha convertido en una extraña “presencia” que ya es perturbadora. No puedo asegurar que el olor este adherido a mis fosas nasales o que sea un fuerte recuerdo olfativo que no me abandona…

Bien aclarado el asunto relataré la anécdota: Después de terminar uno de mis trabajos, estaba tomando un café en una vereda en una típica tarde primaveral. Cuando de entre la gente que circulaba apareció un hombre joven de más de 30 años, robusto y con una mezcla de estilos, estaba vestido con elementos de los pueblos originarios y ropa de trabajo, tenía trenzas “rasta” en su peinado y una barba “candado” muy crecida en la parte inferior, recordando algún personaje oriental y también a alguien de otro siglo…

Se acercó y me pidió de una manera original dinero:

-Me convidas plata para el escabio y esas cosas... para seguir andando…, me dijo.

La situación no era atemorizante y me dispuse a darle un billete, de algún modo conforme con su sinceridad. Lo aceptó y ya más cerca de mí intentó explicar que él era un anti-sistema. Las palabras le salían de a una y no las podía encontrar, se golpeaba suavemente la cabeza, recordando tal vez que allí estaban pero, en ese momento, permanecían ocultas por la densa neblina del alcohol…

Con esa intuición propia de algunos en ese estado, me preguntó sin mediar ningún comentario de mi parte previamente, sobre qué estaba escribiendo?! Aclaro que mi trabajo cotidiano dista mucho de la actividad de alguien que escribe y mi aspecto también, quiero decir que no había señales visibles de que suelo escribir sobre diferentes temas…

Le respondí que había terminado algo sobre el Romanticismo… Él reaccionó con un marcado entusiasmo, siempre en esa modalidad de gestos y palabras sueltas que no encontraban su compañera para convertirse en frase…

Alcanzó a aclararme antes de su nueva pregunta que había un romanticismo alemán, uno ingles, portugués, etc. y me preguntó sobre cuál? En ese punto ya estaba sorprendido, con la sensación de que antes de estudiar algo sobre el Romanticismo, yo era el único que no sabía de que se trataba…

Bien, le referí que había visto algo del Romanticismo alemán, francés e ingles.

Por su parte me pidió que le nombre autores, mencioné los primeros trabajos de Goethe, a lo cual hizo un gesto y un sonido como “ahh que interesante” y comenzó a recitar –siempre en ese estado- algo en alemán…

Luego cite a Rousseau como un antecedente en Francia, a lo cual lo llamó por su nombre de pila como si lo conociera íntimamente y comenzó a hacer comentarios sobre “Emile”, obra de ese autor…

Después menciona un músico ingles del que no se acordaba el nombre pero si me explica el instrumento que tocaba creo que se llamaba “Clave”…

Al final nombró a Proudhon como padre del anarquismo, marcando con eso su ideología y luego pasó a describirme su actual nihilismo…

En este punto ya tenía que irme, me levanto y seguimos hablando frente a frente. Le comento que en el Romanticismo, me había encontrado con una vía de inspiración (palabra que él utilizó de manera muy frecuente en todos sus comentarios) que no me interesaba, pues por mi parte era partidario de la “cabeza despejada” del efecto de sustancias, a lo cual él con un gesto afirmó:

-eso, eso a mí también me gusta eso, pero no se tengo debilidad…

Y como recuperándose remató: 

-pero prefiero una vida corta e intensa y no una vida larga y apagada!

Sentí que en él esa afirmación era verdadera...

Nos despedimos (como suele suceder en semejantes encuentros) por tercera vez y me fui reflexionando sobre cómo alguien puede valorar y considerar aceptada universalmente una idea, mientras que otro puede darle una valoración totalmente opuesta a la misma…

Recordé a Silo (*)

Finalmente ya al cierre de este relato he comenzado a dejar de percibir aquel aroma y parece que gracias a escribir todo esto me liberé de él!

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(*) III. EL PAISAJE EXTERNO

2. Si un mismo paisaje es diferente para dos personas, ¿en dónde está la diferencia?

3. Ha de suceder con aquello que se ve y aquello que se escucha. Toma como ejemplo la palabra “futuro”. Este se crispa, aquél permanece indiferente y un tercero sacrificaría su “hoy” por ella.
(El Paisaje Interno, Humanizar La Tierra, Obras completas vol.I).

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