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OPINIÓN

sábado, 16 de agosto de 2014

El avance del neoliberalismo o economía de mercado, simultáneamente con la pérdida de confianza en los políticos tradicionales, generó una “ave rara” de empresarios que se meten en política, cuestión que habitualmente no hacían.

Considerando que el momento histórico parecía darle, a la organización empresarial, atributos de exitosa, eficiente y vanguardia del momento mundial de progreso y ciertamente, en gran medida, el capital y la industria se han “apoderado”, en la coyuntura, del progreso humano y requieren de políticos, que los interpreten correctamente.

Sin embargo, hay sobradas muestras en el mundo de la ineficiencia para el “bien común” que ésta mentalidad empresarial de mercado está aportando, para los estados y la vida de su gente, en el equilibrio de la naturaleza en el planeta y en suma en la dirección que intentan dar al avance de la sociedad y de la ciencia.

Pasar de una mentalidad represora, moralista e inquisidora basada en la mentira y la disimulación, que se expresa en sus dos caras (que exige a los demás, lo que ellos mismos no son capaces de hacer en su vida privada), como ya hemos padecido en su momento, a esta deformidad de poner empresarios a gobernar países parece autodestructivo!

Salvo breves periodos más modulados y un tanto indefinibles, no obstante, hacia lo positivo, creo que ya hemos aprendido qué no conviene repetir…

En síntesis: parece peligroso que un estado quede en manos de esta mentalidad empresarial, en primer lugar porque un país no lo es, no se trata solamente de una fábrica de “algo” que hay que vender, en segundo lugar, porque la “genealogía” de los empresarios exitosos es dudosa...

A estas alturas de la historia ya sabemos cómo se “amasan” las grandes fortunas, lo que ellos llaman talento para administrar y hacer dinero, implica cuestiones que no estamos seguros de querer tener en nuestra vida…

¿Queremos que nuestra realidad política esté en manos de una cría de esa genealogía?

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