En una concepción lineal del tiempo, el pasado esta atrás a lo lejos, luego aquí estoy “parado” en el presente y delante está el futuro más o menos claro, más o menos “largo”. Si es que las cosas funcionan así, emplazado de este modo, se tomaran decisiones y se harán valoraciones ajustadas a este modo lineal de considerar el transcurrir del tiempo.
Quizás por venir de seres humanos errantes, nómadas, que iban dejando atrás sus hogares, se fue incorporando esta visión del tiempo, confundida con los desplazamientos en el espacio…
Si se tiene otra concepción del tiempo y su devenir, aun el vulgar en el que vivimos, esto cambiará también las valoraciones y decisiones. El “ojo” ira en otra dirección e intentará buscar otras referencias.
Por ejemplo, si el tiempo es representable como un espiral ascendente, estaré parado en el presente, pero, éste se apoya en el pasado, por lo tanto la consideración del tiempo anterior a hoy tiene valor de aprendizaje, es la condición de origen de la edificación, como el cimiento de la construcción y no simplemente algo que sucedió allá atrás. O no es que al pasado lo siento aquí en todo mi cuerpo, aunque lo refiera a un “espacio lejano”, los recuerdos van conmigo en el presente y también está el futuro al que aspiro, que continua sin límite…
Esta visión además permite, advertir ciclos y ritmos y la posibilidad de hacer cambios oportunos; advierte la acumulación y sustrato que significan las experiencias anteriores, que se actualizan y mejoran en las nuevas; además de su relación con lo que fue pasando y sucede en el entorno.
En definitiva una visión es de “línea” donde las cosas se suceden horizontalmente y la otra es de “proceso”, de construcción ascendente.
Cualquiera de las dos formas de considerar el tiempo, permite vivir, una que se basa en una mirada superficial y la otra, apoyada en la experiencia interna…
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