Finalmente, llegó otro texto a mi correo. Pareciera que la gente que los difunde tiene que ver con las montañas, quizás estén en los Andes, en Sudamérica. En todo caso no sé si esto servirá de algo pero continúo con su difusión, como lo hice con los anteriores…
Escalar una montaña es una buena representación del ascenso hacia lo “alto”, en muchas culturas esto ha tenido fuerte significado.
El intento que se pone en marcha figuradamente, activa muchas consideraciones útiles a la vida, apoyadas en las señales provenientes de los sentidos como del resto del cuerpo...
Con la imaginación se pueden recrear situaciones de utilidad para cada uno, en este caso el ascenso hacia una cumbre pondrá en marcha tanto las vicisitudes como los movimientos internos, que se pueden hacer para sortearlas con suma analogía con la vida misma.
Pues tanto en el Aconcagua, por ejemplo, como en la vida, actúan las mismas fuerzas, sólo que la exposición a estas fuerzas en una escalada es inmediata y sintética, mientras que en la vida cotidiana todo parece “aplanarse” en el espacio y en el tiempo…
Si el propósito de llegar a la cumbre tiene claridad e intensidad, aun desfalleciente en un momento, más tarde o más temprano se vuelven a encontrar las fuerzas para retomar el ascenso.
Ante una “caída” quedan a la vista temas que se deben reflexionar, aprender, un traspié no es estático, por el contrario es de gran actividad al interior, es posible sacar alguna enseñanza, aun de algo desfavorable. Superando la atracción de la gravedad del precipicio, evitando ir hacia abajo o quedar paralizado en la frustración. Esto es posible si está claro el propósito de llegar a la cumbre, eso ayuda a dar una salida a esas variantes con una renovada energía.
Eso de "parase después de una caída" o que "los tropiezos están para aprender"!
Escalar un monte es también exponerse a que se presenten con fuerza todas las cosas pendientes, también los fuertes temores que inmovilizan o hacen bajar la cabeza…
Por ello ésta “exposición vertical” en la "montaña" tiene que tener su contraparte, es decir la carga afectiva que significa llegar a la cumbre. Es gracias al equilibrio inestable entre el abismo y la cumbre que se va ascendiendo…
Cada tentativa mostrará cosas que hay que mejorar para el próximo verano del nuevo intento…
Pero de esto se trata la vida (montaña) solo rodear la base una y otra vez o bien decidirse a escalarla…
Algo siempre se aprende con el infortunio, liberando cargas, lastres… pero nada aporta si sólo se suma frustración o se justifica la caída buscando “los culpables”…
Tiene que encontrase el balance entre la fuerza que atrae hacia abajo y la otra que succiona hacia arriba. Una proporción que te mantenga atento a cada paso y a la ruta elegida, pues siempre en una escalada también está el abismo…
Tampoco es bueno el apuro compulsivo de llegar a la cima, cosa que no es posible y expone al accidente por sobre-valoración de las fuerzas, éstas no se deben dilapidar en los primeros tramos.
A veces se tratará sólo de descansar convenientemente, sin poner nada en tela de juicio, hasta el día siguiente, que ya con la energía “refrescada” se retome lo que corresponda…
Atento y con calma, poco a poco avanzando hacia arriba.
Finalmente, si en los senderos del ascenso dejas de ver al baqueano que te guía, no vayas a creer que ahora tú eres el experto, semejante ilusión ha plagado los intentos de accidentes…
Tal soberbia ha llevado a muchos a quedar atrapados en algún refugio, ni suben ni bajan, otros muchos se han perdido en la noche oscura y a tantos el accidente los sorprendió…
Por el contrario, busca tus notas con calma, estudia la hoja de ruta y sus sugerencias y síguela con calma que te llevaran a buen recaudo…
Así, retoma los escritos de lo que te indicó el baqueano, recuerda sus recomendaciones, aférrate a ellas porque ahora son tu guía, por último, cuando tu bitácora no sea suficiente para tomar una decisión, pídele con el corazón, pues si se le hace lugar, un guía verdadero siempre está…
El tercer papel: “La montaña”
domingo, 16 de marzo de 2014
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