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Educando a Sofi

viernes, 21 de febrero de 2014

En un punto de detención y ascenso del trasporte público, frente a un gran cementerio de la ciudad, se detenían detrás de mí una madre y su hijita de unos 7 años. Ya venían dialogando y parecía que Sofi, así se llamaba la niña, le habría comentado a su madre un cierto temor hacia los muertos que estaban en aquel lugar, comentario que no escuche, aunque lo completé por lo que respondía la madre, mientras se ubicaban en la fila a la espera del bus.

Su mamá de modo severo y determinado le dijo:

-No hay que tenerle miedo a los muertos y sí hay que tenerle miedo a los vivos!

A lo cual la hija le pregunta:

-Por qué?

La madre responde:

-Porque los muertos están muertos!

Luego de lo cual no hablaron más del tema, ascendí a un colectivo, ellas esperaron a otro…

Me quede impresionado con el dialogo y la enseñanza que le daba la madre a su hija. Y sin juzgar a la madre de ningún modo, no pude negar el acierto de ella, marcando la región desde donde pueden venir las acciones a las que Sofí estará expuesta en su vida.

Sin embargo al identificarme con Sofi y verme rodeado de vivos, que viajaban junto a mí en el trasporte, comencé a reflexionar sobre el asunto…

Como buscando una carambola en el billar, el comentario de la madre comenzó a rebotar en las “bandas” de mi cabeza sin saber si habría de hacer carambola, ni cuantos rebotes necesitaría y si quedarían agrupadas o rebotarían torpemente entre sí las reflexiones…

Me dije: Esa descripción que le hacen a la niña, está basada exclusivamente en lo perceptual, es decir, los cuerpos que se mueven contra los cuerpos que ya no se mueven. Por lo tanto es el cuerpo de los vivos y no el de los muertos el que puede hacer algún daño. Desde el punto de vista perceptual esto es indiscutible.

Ahora que sucede con la imaginación, donde pueden cobrar vida distintos argumentos, representaciones que se nutren de la percepción y la memoria aportando recuerdos, formas, texturas, olores etc. Imaginación de gran “plasticidad” que puede generar lo imposible y muchas veces estas representaciones tienen más poder que la percepción, como sucede en el sueño, por ejemplo, o bien en la clásica travesía por un cementerio a la madrugada, donde se apura el paso, o simplemente se lo evita. En una cultura donde desde un mito religioso se promete la resurrección de los muertos, quien es uno para afirmar o negar que tal cosa pueda acontecer justo en el momento que uno debe atravesar el “campo santo”…

No quisiera irme por las ramas, sigo entonces…

Resulta bastante sencillo de advertir que el temor es una experiencia esencial del ser humano, profunda y ligada a los instintos de conservación, algo que nos ha acompañado a lo largo de la historia y aun más atrás. Cada época y lugar le ha dado cierta dirección o imágenes a ese temor, es decir lo ha convertido en temor a “tal” o “tales” posibilidades. Ejemplificando esto, seguramente en alguna época histórica se advirtió sobre el cuidado que había que tener para no ser sorprendidos por un león dientes de sable, situación que hoy ya no sucede y aparecen otros peligros a los que temer.

Reconocemos que ha estado el dolor y la enfermedad, el sufrimiento y la muerte como posibilidades que, aun con diferentes características, han tenido y tienen su presencia como “sombras” en la experiencia humana de todos los tiempos.

También los sistemas políticos, las organizaciones sociales y los momentos históricos les han ido dando nombres a ese objeto al que hay que temer. Para algunos fue el comunismo, el fascismo o el capitalismo. El desempleo, el hambre, la pobreza, la inseguridad, el narcotráfico, la locura, la contaminación, la inseguridad, la soledad, el ridículo, el rechazo, etc.

Es decir que hay una gran lista de imágenes que le dan “rostro” a la experiencia del temor, además de estar, en esa lista, en distintas ubicaciones de prioridad. Me refiero a que el carenciado, por ejemplo, no debe tener el temor a la pobreza en los primeros lugares de la lista, sin embargo, el adinerado lo debe ubicar en algún punto de privilegio en la suya.

No es conveniente ni parece posible no tener temor. Hay una gama de situaciones que basta con la precaución, el cuidado y la atención para prevenir incidentes no queridos, sin embargo cómo priorizar convenientemente hacia qué aspecto de la vida y las personas hay que dirigir el temor.

Considerado éste, como la máxima alerta ante lo más grave a lo que estamos expuestos por el hecho de estar vivos.

Silo propuso una “valoración”, según mi interpretación, que aquí cito:

“…No temas a Dios, no temas a la religión, no temas al Estado, no temas al poderoso, al sabio. No temas la pobreza, no temas la muerte.

Teme únicamente a quien destruye el espíritu.”
(1)

(1) “Los diálogos de la Isla Negra”, SILO Y LA LIBERACIÓN, H. Van Doren, Editorial Trasmutación, 1971. 

El resaltado (bold o negrita) no está en el original es un agregado en este texto.

Ante esta afirmación si uno quisiera, podrá reflexionar en su experiencia, sobre qué cosa es el espíritu o cómo se expresa en uno, tal experiencia, tal vez serán los momentos inspirados o de una gran alegría, de comunión con todo, de unidad interna, de compasión, de libertad, etc.

Por otra parte, que aspectos y situaciones de la vida atentan contra tal experiencia del espíritu, situaciones, que podrán ser: aquello que te quita libertad, aquello que apaga los deseos de cambio o de rebelión contra lo que no es bueno para todos, etc. Todos temas que deberán ser abandonados, disueltos o trasformados, siguiendo esta enseñanza dada hace años...

Probablemente si uno ordena y prioriza el temor, nos dé el tino, para eludir y para ser precavidos, es decir, para movernos en el mundo no de una manera inconsciente, ni tampoco pusilánime.

Si ubicamos al espíritu como lo más importante, su tenue presencia en la vida cotidiana, tal vez indique qué afirmar, qué negar y qué eludir, como una guía que vela por nuestra dirección.

Tendremos que rescatar alguna experiencia que tenga que ver con ese espíritu y ubicarla en un lugar de privilegio en nuestro interior, quizás no sea fácil entre tanta cosa. Pero que “tanta cosa” (por ejemplo: lejanía, incertidumbre, dudas) que uno puede tener respecto a este tema del espíritu, no se convierta en un modo más de matarlo, negando su existencia y posibilidad en uno y en otros.

Seguramente Sofi en el futuro se encontrará también con esta Enseñanza que nos dejó Silo y podrá “afinar la sintonía” con algo más de precisión, mientras tanto hoy, ojalá alegremente, esté abocada a seguir creciendo y aprendiendo del mundo…

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