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Máquinas de trabajo y consumo

domingo, 8 de junio de 2025

La dinámica actual pareciera empujarnos a convertirnos en estas "máquinas". Cada vez hay que trabajar más y consumir más. O al menos, trabajar más para mantener un cierto equilibrio de consumo que consideramos aceptable.

El consumo ya no se limita a vivienda, comida y vestido. Hay una multitud de objetos de consumo: tecnología, contenidos, noticias de todo tipo, juegos, viajes, nuevos alimentos y dietas, medicinas, actividades físicas, etc. También existe un consumo pasivo, que ocurre cuando fantaseamos con adquirir ciertos objetos o simplemente revisamos el bombardeo de "ofertas" que nos llegan por distintos medios. Es un consumo diferido o probable. Se nos exige una actitud básica de "consumistas".

Toda esta situación relacionada con el trabajo y el consumo es, fundamentalmente, "tiempo".

Esta realidad aumenta las distancias entre quienes no pueden trabajar ni consumir. Ya sean jóvenes o mayores, estas personas empiezan a ser vistas como "sospechosas" ante la "normalidad" establecida.

Existe un amplio sendero aceptable, lleno de matices; luego, dos laterales descuidados, olvidados y preferentemente silenciados.

Se podría hablar de todos los que impulsan y causan esta situación. Sin embargo, lo cierto es que está sucediendo. Los hilos que mueven estos acontecimientos están lejos del ciudadano común. Es más, teorizar sobre quiénes son los responsables puede llevar a divisiones y discusiones que, paradójicamente, podrían convertirse en otro objeto de consumo.

Toda esta dinámica cruel, que se alimenta con nuestro tiempo, va forzando un modo de estar en el mundo que podríamos definir como una "pérdida de la dimensión humana" (entendiendo "dimensión" como profundidad). Este modo de proceder de los poderosos, de forma concomitante, nos arrastra al mismo estado, aunque por razones diferentes.

Esta forma de presentar un concepto es concreta, se experimenta a través de un sistema de tensiones corporales, emociones y pensamientos que orbitan en nuestros cuerpos. Esto tiende a ser homogéneo con la dinámica "desalmada" del presente, incluso si es en oposición o resistencia a lo que percibimos.

Para ponerlo en imágenes metafóricas, se va levantando un frontón entre nuestras actividades cotidianas y nuestro mundo interno. Esto impide que el estímulo llegue a nuestro ser más profundo o que, desde allí, nos lleguen señales.

Claramente, el estilo de vida actual nos consume tiempo y bienestar. Pero, "bajarse" de esta dinámica puede tener consecuencias vitales, además de la pérdida de influencia y participación en el mundo. Puede ser una decisión personal, pero resulta insostenible cuando alguien es también responsable de otros.

Ante este panorama, ¿qué es realmente revolucionario? ¿Restaurar un pasado ideal que supuestamente existió? ¿O reacomodar las mismas piezas de otro modo?

Quizás se trate de rescatar o fortalecer los espacios de silencio, reflexión y contacto humano con nuestro entorno, incluso en el poco tiempo disponible. En definitiva, no debemos ceder nuestra dimensión humana, permitiendo que desde ese silencio y contacto surjan nuevas respuestas.

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