Todo este malestar, de algún modo, ya se siente en la base social. En este contexto de frustración y desilusión, emerge nuevamente la figura del “héroe byroniano”: rebelde, alienado, desafiante y despeinado, en conflicto con las normas establecidas y sin consuelo en lo “aceptado”. A esta rebeldía se le suma un pragmatismo cínico, una palpable estupidez y una crueldad que hacen que nada parezca tener sentido...
Este modelo de época es también la imagen que refleja el espejo de la Historia. En este sentido, es una síntesis de todo lo que está desequilibrado, el filtro que retuvo todas las cosas desproporcionadas a lo largo de todo este proceso. Así que resulta interesante para comprender...
En él hay una negación de “lo anterior”, pero ¿hacia cuál salida se dirige realmente esta negación? Parece dirigirse a cualquier acción que implique la destrucción del mundo que lo excluyó, sin una dirección ética o moral universal y atemporal que incluya a todos.
Este modelo de época es también la imagen que refleja el espejo de la Historia. En este sentido, es una síntesis de todo lo que está desequilibrado, el filtro que retuvo todas las cosas desproporcionadas a lo largo de todo este proceso. Así que resulta interesante para comprender...
En él hay una negación de “lo anterior”, pero ¿hacia cuál salida se dirige realmente esta negación? Parece dirigirse a cualquier acción que implique la destrucción del mundo que lo excluyó, sin una dirección ética o moral universal y atemporal que incluya a todos.
Sin embargo, todo esto que aquí está apretadamente condensado, representa la posibilidad para todos de tomar conciencia del fracaso y la condición necesaria para un nuevo intento. No todo está mal, aunque hay algo fundamental que falta. Ese cuadro que le falta a la película, esa pieza esencial, es lo que parece que hay que buscar y esperar activamente... ¿Acaso se tratará de una ética compartida, de un sentido, de un propósito colectivo que nos guíe?
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