Vivimos en una era de sobreabundancia de información. Hay datos de todo tipo disponibles, pero también una cantidad inmensa de información parcial, incorrecta o directamente falsa. Hoy, cualquier persona puede acceder a una gran cantidad de datos con solo un clic, y esto genera una falsa sensación de seguridad y autoridad para hablar de temas complejos como medicina, deportes o economía. Sin embargo, esa "seguridad" basada en datos rápidos de internet no se compara con los años de estudio y práctica que consolidan a un médico, a un entrenador de fútbol, o a cualquier profesional con experiencia.
El valor de la experiencia está siendo "devaluado" en nuestra sociedad; el conocimiento práctico, que se desarrolla con tiempo y permite hacer síntesis, establecer prioridades y dar un contexto más profundo a los datos, se pierde en la vorágine de información inmediata.
Este texto pretende reivindicar el valor de la experiencia, sin despreciar el acceso a la información. Hablamos de una experiencia esencial, aquella que da sentido a la vida, que guía el trato hacia los demás y que fomenta la coherencia como una manera de estar en el mundo.
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