A todas luces, por claridad de la campaña, resultado de los debates, divergencias en las propuestas, alianzas increíbles de última hora, etc. No gano la presidencia la “lógica” en un sentido racional. Ganó el perdedor...En realidad, ganó el hartazgo. No bastaron los cambios que intentó el oficialismo, resultaron cambios cosméticos. Esto nos muestra la profundidad del agotamiento, no es un hartazgo superficial, “conversable”. Por el contrario, es profundo y está más allá de la sensatez…
Se podrán ensayar análisis con la misma lógica que llevó a la derrota al gobierno, es decir, apoyaron los intendentes y gobernadores; se equivocaron los votantes; faltó tal o cual cosa, etc. Aunque debieran rescatar que, su candidato, fue competitivo a pesar del desbarajuste político-económico que se percibe en la cotidianidad.
No debería agotarse allí la evaluación, pues ganó el hartazgo, no fueron las ideas o las propuestas ni las tácticas de campaña. Deberían llegar, con la autocrítica, al mismo nivel de profundidad en que se aloja la sensación que dio el voto a lo impensado.
Resumiendo todo esto y mirando para adelante, hay que decir que, a nivel intangible, la energía que se mueve en “lo sensato” y en “lo harto” es muy diferente:
Mientras una es paciente y calma, la otra, por el contrario, no lo es. Habrá que ver cómo manejan esa volatilidad…
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