Era una mañana como cualquier otra, aunque esta vez, me topé con tres situaciones que se escaparon del anecdotario vulgar de la cotidianidad…
Debo reconocer que la noche anterior había estado leyendo y pensando en cuestiones “espirituales” o en aspectos que van más allá de la actividad cotidiana. Pero, al levantarme y comenzar la jornada, todo esto parecía disipado o corrido a un campo lejano a la atención que la actividad del día me requería.
Las situaciones que voy a mencionar no tienen una importancia en sí mismas, solo me permitieron ver, experimentar y comprender mecanismos mentales que suelen escapar a mis consideraciones.
Primera: mirando la vidriera de una óptica, me llama la atención un cartel donde un modelo exhibe unas gafas para sol. Al observarlo, comprendo que es alguien que conozco y que veo habitualmente por mi trabajo. Unos 6 meses atrás me preguntaba junto a un compañero ¿A qué se dedicará? Una pregunta ocasional, que quedó dando vueltas en la conciencia, aparentemente olvidada, hasta que finalmente se completó. Esto me permitió advertir una dinámica que, probablemente está siempre en marcha, aunque con tiempos y maneras imprevisibles y de la cual no siempre tomo conciencia.
Segunda: la situación descripta antes, fue mientras me dirigía hacia la que mencionaré ahora. Llego a un comercio, voy a comprar elementos necesarios para mi trabajo. Allí, en general, soy amablemente acogido y las compras se dan en una agradable atmosfera. En general hacen regalos por las compras, esta vez quise llevar algo para el negocio; entré con un café y una medialuna y dejé el paquete arriba del mostrador diciendo simplemente: “a quien corresponda…”
Mientras conversaba con quien me atendía, observo un objeto en él que nunca había exhibido, le pregunto sobre eso y comienza a relatar sus intereses espirituales, que, explicaban el simbolismo que había notado. Le comento, como una suerte de intercambio, que yo tenía intereses equivalentes y que había visto algo de un personaje conocido (MS). Afirma que, justamente él, había comenzado con la participación en ámbitos de ese autor. Entretanto esta conversación se desarrollaba, pasa cerca el dueño del negocio y dice al pasar, mientras llevaba mercadería a otro cliente: “yo tengo el teléfono de MS…”. Hasta aquí la situación. El dato que la ubica de manera especial a la anécdota es que, unos 10 días antes consulté a un amigo si podía conseguir la manera de conectar con MS o con gente que siguiera sus propuestas e invitarlos a que conozcan nuestras actividades y espacios.
Me pregunto, si no llevaba ese “regalo” ¿hubiera tenido la misma disposición a hablar de cosas ajenas a la situación? ¿Se abrió alguna puerta en mí gracias a ese interés en dar para “equilibrar” algo que sentía en mi interior?
Tercera: regresando de la compra, hago un alto para tomar un café y ordenar el resto del día. Cuando llega el mozo, le pregunto cómo anda, me dice que está mal porque le robaron el teléfono, lo había dejado apoyado en la barra del bar. Mientras sigue yendo y viniendo atendiendo otras mesas. Cuando vuelve a tener un espacio en su tarea, regresa y me confiesa que, en realidad ese celular lo había encontrado en la calle 15 días antes y que, cuando lo vio, dio una respuesta que no esperaba, lo recogió y lo ocultó rápidamente disimulando el hallazgo. Me dijo: Y no me quedó bien la historia… ¡Ahora el universo ha equilibrado las cosas! Sentenció, antes de retirarse nuevamente hacia alguna mesa…
En la frecuencia en que estaba vi cómo, en las situaciones mencionadas y en general, los actos mentales no son siempre “neutros” y que siguen “trabajando” en un campo lejano a la atención práctica y en un tiempo diferente al del calendario., pero allí están produciendo y atrayendo acciones…
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