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Discurrir de un mal pensado

miércoles, 8 de abril de 2020

Imagino el menú de tarifas de muchos medios de difusión. Allí en la primer página aparece el valor del segundo o de la línea y el diferencial de la franja horaria o día de la publicación.

En la segunda página ya nos encontramos con ofertas menos ostensibles y expresadas de otro modo.

Ejemplos:

-Hundir a alguien, con reiteración de noticias una semana = Auto 0 km para el periodista que tome el caso.

-Catapultar a alguien, reiteraciones variadas con diferentes escenarios = Casa en barrio privado para periodista. Acercamiento de una/un joven (se puede arreglar).

-Convencer a la opinión pública de alguna “verdad” = Esto requiere de una estrategia a diseñar, tarifa a partir de 1 millón de dolares.

-Convertir a un idiota en notable = Hay que sumar todo lo anterior y más si se busca sostenimiento en el tiempo.

-Ocultar un hecho y de no ser posible, deformarlo = Dependerá de la gravedad del asunto (conversaciones con jueces, abogados, testigos, etc.).

Letra chica: estas y muchas otras variantes son conversables, pero, para ello existen los restaurantes (no las oficinas).

Finalmente, algo me saco de mis malas divagaciones y me dije: son “profesionales” no pueden hacer estas cosas... de inmediato comencé a ver a un duende que iba hacia la casa de Blanca Nieves, mientras Pulgarcito y el Lobo (amigo de Caperucita) regresaban del bosque e iban al encuentro de Wolverine y así, una vez más, todo volvió a la normalidad...

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