Luego de 60 años del siglo XX comienza a surgir una manifestación mundial encabezada por los jóvenes que con la música, la moda, la visión política-social, sexual, de género y color, de espiritualidad, etc. pone al mundo de lo establecido en un lugar de antigüedad, de lo rechazable, de lo hipócrita y vacío. Plantean nuevas ideas que, sin demasiada claridad de cómo implementarlas, llevan a la necesidad de cambios en las visiones y usos sostenidos por el mundo adulto sobre todos los aspectos de la vida. Allí comienzan muchas de las reivindicaciones que aún hoy existen.
Los jóvenes comienzan a ganar un lugar y a pretender construir un mundo para ellos, cosa que hasta el momento no existía y que consistía, en general, en una transición desde la niñez a la adultez sin características propias. Por poner un ejemplo, en el caso de los varones, se pasaba de los pantalones cortos a los largos ya pasada la adolescencia.
Los derechos civiles de las minorías comenzaron a ganar espacio y, luchas mediante, fueron cambiando aspectos en este sentido. Del mismo modo la oposición a las guerras y en general a tantos otros absurdos que, hasta ahí, eran procedimientos aceptados y tolerados.
Hay infinidad de ejemplos de como se fue “dibujando” la ultima versión de utopía que se ha conocido. Más allá de su suerte y de como se fueron transformando tantas iniciativas en los años siguientes, nunca se le podrá atribuir, a todos aquellos intentos, desmanes equivalentes a los que en el siglo XX y en el nuevo siglo, el mundo de lo “establecido” infringió sobre la vida en el planeta.
Todo ese momento histórico-generacional, asomó su nariz y recibió todos los golpes necesarios para que tímidamente se vaya sumergiendo nuevamente. Sin embargo esa huella todavía está actuando y aumentando su “conciencia”, madurando pacientemente. Esa ola volvió al mar y se está gestando su regreso, más mundial, más inteligente, más definitivo.
Aunque, no podemos limitar los grandes cambios de la historia a nuestros años de vida, lamentablemente los tiempos de ella no son equivalentes a los de una vida humana, sin embargo, el cambio llegará.
No va la resignación, no va la frustración. Ese mundo que a veces se acerca y otras se aleja es la construcción que vale la pena vivir, es la juventud como estado mental y es la lucha por un mundo mejor que no hay necesidad de abandonar.
El contraste de ese mundo imaginado con lo que se ve, es lo que hay que resolver, esa es la “derrota” que no hay que consentir.
Ahí está el fracaso que hay que aceptar, para dejar de lado lo que ya se probó y no funcionó. Sin olvidar en ese acto al impulso de seguir siempre intentando construir los ideales.
Mientras tanto veremos a los poderosos desplegar más crueldad y estupidez, parece que la bestia herida tiene algo más que morder. Su actual “virulencia” muestra que todo lo maneja, pero también, que debe poner todo lo que tiene para conservarse...¿Qué temen? ¿Qué los acosa? ¿Por qué están nerviosos?
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