Esta forma de “fijar” la dinámica incesante de la vida cumple con varias funciones y ofrece distintas facilidades. Aquí no profundizaré sobre el origen de todo esto, la información con que cuento no surge de un estudio profundo, por tanto no estoy en condiciones de hacerlo convenientemente.
Sin embargo, sí de manera intuitiva puedo utilizar algunos de los elementos que conozco y servirme de ellos para representar situaciones, de orden individual, que tal vez sean de alguna utilidad.
Me refiero a lo que se puede incluir como “rodando” sobre el trazo del espiral, pero también a lo que está en el interior del mismo y fuera de él. Hay que decir, que cuando se define una forma sobre un plano, esta queda rodeada de vacíos o espacios “en blanco”, que justamente colaboran con los limites de la figura en cuestión. Así podemos hablar de la forma dibujada, pero también de los espacios que dentro y fuera de ella, aparecerán complementando al diseño trazado.
Entonces uno se puede imaginar que todo lo que vemos, tocamos y en términos generales, vivimos, forma parte de la linea o de lo “escrito en el renglón” del espiral, allí está la representación del pasado, el presente que siento y el futuro imaginado. Sin embargo el impulso que da origen y movimiento al espiral está en su interior, esa parte que no forma las lineas, que es vacío pero que, sin embargo, es el impulso, es la fuerza del movimiento. Este modo de imaginarlo, explica que es necesario “mirar”, de tanto en tanto, hacia el interior del espiral, allí está el sentido del movimiento y quizás también aquello innombrable que venimos intentando nominar de diferentes maneras a lo largo de milenios. Que cada cual citará, si le parece necesario, intentando acercarlo al terreno de lo “comprensible”.
¿El centro del espiral deja de dar señales al caminante o es el que camina quien deja de buscar sus destellos?
Los grandes Maestros nos dicen que la luz no deja de iluminar y que aun rodeados de “nubarrones” en algún punto del horizonte se evidenciará su fulgor. Pero a éste lo verá únicamente el que, a su manera, lo esté buscando.
La intensidad con que experimento las tormentas me hablan de la longitud del periodo transcurrido sin mirar hacia el centro del espiral. ¿Cómo transitar sin guía cuando hay tempestad?
Cuando creo que “yo todo lo puede" improviso y me asomo al precipicio. Otras veces he sido pusilánime y “yo” cree que nada puede. Pero hay un punto medio en esto.
Como todo necesitado de dirección si pido, podré ver la antorcha del baquiano en la oscuridad, aunque él ya no esté guiando en la montaña.
Hay una fabula de un viajero que en las noches, reposando al calor de unos leños, va meditando sobre su vida. Mira “hacia el centro del espiral” y va haciendo preguntas y buscando respuestas. Ya en el día continua con su “viaje” y atiende a todo lo que él le demanda, para volver a meditar cualquier noche sobre su vida. Los destellos le llegaran en el sueño, al levantarse o en cualquier momento por que lanzó la pregunta al tiempo puro que está en el centro del espiral, ese tiempo que es todo, pasado, presente y futuro. Que es en todo momento y que está en todo lugar.
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