forma, la violencia. Las alternativas son: permanecer en este forzado “choque/equilibrio” o intentar avanzar, desde las culturas, hacia una nueva que incluya a todas y sin que pierdan sus particularidades.
Si se elige esta segunda opción se hace claro, a todas luces, que implicará un “salto” en la flexibilidad y amplitud mental . Este salto es quizás uno de los desafíos más grandes del presente y del futuro inmediato. Es un cambio que exige modificaciones en el interior de las personas de este momento.
En este ultimo sentido, para un individuo, la presunción de una nueva cultura se convierte en una pregunta o hipótesis. Teniendo a mano la propia experiencia como ámbito de reflexión quizás se pueda desarrollar alguna respuesta.
Comencé por repasar cómo se fue conformando en mi la cultura que, por “educación y ambiente”, me fue dada y que hasta hoy -con sus luces y sombras- mantiene sus dosis de vitalidad en la vida cotidiana.
Esta revisión me llevó por distintos senderos, sin embargo uno de ellos me resultó destacable: me refiero a lo que llamaré “percepción infantil”. Es bastante claro haciendo memoria y cotejando con la actualidad, que las niñas y niños tienen un tipo de percepción profunda que en la medida que se va avanzando en la edad va dejando su primacía en manos de lo que genéricamente podemos llamar “usar la cabeza”. Pero en todo el periodo de la infancia, hasta cierta edad, más allá de los clásicos sentidos, se capta el mundo con un muy sensible “radar”, que podemos llamar: emotivo-cenestésico.
Más allá de las palabras y explicaciones de los adultos que nos van formando, con este radar se captan en profundidad los temores, lo verdadero, lo falso, la alegría, la incoherencia, la certeza, etc. Ciertamente que esto no logra configurar conceptos o definiciones, pero sí, sucede en general, que todas esas percepciones de los niños se van acumulando como “sustrato” en donde luego se edificaran muchas cosas, entre ellas los “códigos” culturales. Más tarde, con la adhesión o el rechazo a esos mandatos se evidenciará su pertenencia.
Por lo tanto y desde este enfoque resulta evidente el nivel de profundidad en la memoria de los códigos culturales. Profundidad que hará resistencia tanto si se los quisiera cambiar o si se los quisiera ampliar hacia una nueva cultura.
En todo esto no se puede soslayar el proceso histórico que va haciendo su aporte y que va permitiendo en distintos momentos, cuestionamientos, modificaciones o el descarte de elementos no progresivos de las diferentes culturas. Tampoco se puede dejar de mencionar como las diferentes generaciones van impulsando estos cambios, ajustes o modificaciones.
Pero aquí y a partir de la pregunta, si es posible una nueva cultura, aunque deba mencionar a los momentos históricos y a la mecánica de las generaciones me mantendré en lo individual de manera de no correrme de lo “experimentable” y no ir hacia generalizaciones para las que no estoy preparado.
Volviendo entonces a la amplitud individual, encuentro que más allá de las cosas que diga, es en la vida cotidiana, domestica, donde se expresan todos esos modos de ser, sentir y elegir que englobamos en la palabra “cultura”, por supuesto llena de matices propios. Como se dijo antes, desde la más tierna infancia y claro después también, se fueron incorporando muchos elementos a mi diario vivir. Aunque cambie ideas y argumentos, modas; aunque considere todo lo que hice o no hice en la vida, hay ciertos “pilares” que no cambian, muchos de estos, vienen de aquella época infantil donde, si bien no se fijaron como conceptos racionales, son parte de todo este complejo entramado que se expresa en mi “hoy”.
Entonces ¿cómo se puede abordar la inclusión de nuevos elementos culturales o cambios y ajustes? Por lo que hemos visto el medio idóneo, de todo este proceso, siempre ha sido la vida cotidiana. Por lo tanto más allá de los elementos que se elijan, los contenidos que a cada cual le parezcan más adecuados para encarar estos cambios, necesariamente tendrán que tener su espacio y su profundidad en el día a día.
Todo este discurso lejos de hacer psicologismos, pretende mostrar la profundidad y cotidianidad de tantos elementos que nos han formado a lo largo de la vida. También evidenciar que existen ideales y aspiraciones y que muchas veces son postergados y no logran “hacer pie” en nuestros diarios quehaceres.
Entonces ¿cómo evitar que se mantengan separados, el torrente de mi vida cotidiana con el caudal de mis nuevas aspiraciones?
En principio resulta evidente que la hipótesis de una nueva cultura se deberá expresar como contenido en la vida cotidiana, del mismo modo como se ha ido conformando lo que heredamos, ademas hay que agregar que los nuevos códigos culturales tienen que alcanzar aquella profundidad e impacto, como el que en su momento tuvo en la niñez, me refiero a ese espacio tan experiencial mencionado al comienzo.
Por lo tanto, si es posible no ser sólo “momento histórico” o “generación”, si es factible rebelarse a estas enormes mecánicas e intentar un proceso de transformación, éste será realizable, a la luz de lo que nos muestra la experiencia, si tiene su manifestación no solamente en ideas sino también y fuertemente en la experiencia de la vida cotidiana.
En este sentido lo que se conoce como “estilo de vida” es fundamental para ir incorporando elementos más progresivos siempre que este interés, de una nueva cultura, produzca atracción y una profunda conmoción.
Resumiendo, no he mencionado algunos elementos que tienen su lugar en todo esto, por ejemplo el accidente o azar, contingencias que pueden irrumpir en estos procesos, acelerando o modificando condiciones. Tampoco se menciona, el “cómo” se pueden hacer estas transformaciones. Sólo se hizo alguna referencia al “qué”, “donde” y con “quiénes”.
En síntesis el “estilo de vida” es el punto de convergencia posible entre lo que es y lo que me gustaría que sea. Si estas dos “corrientes” se mantienen separadas, aunque por momentos, se acerquen entre sí o se angulen, pero, hasta tanto no logren su mixtión en el medio cotidiano y su gente, no se configurará un modo posible de alumbramiento de un nuevo ser.
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