Aun mirando desde la propia estrechez al mundo, no se puede afirmar que haya una homogeneidad de clima histórico, ni tampoco que la avanzada de un nuevo tiempo se manifieste parejamente en todas las regiones. Por ejemplo, hay países que agotaron su etapa industrial y hoy están preocupados por el deterioro de su ambiente o ecosistema. En tanto que otros aun no llegaron a la producción industrial y les ocupa su alimentación y la materia prima para sustentarla.
Sin embargo esta falta de sincronía, por darle un nombre, desde hace unas décadas ha comenzado a equilibrarse en un aspecto. Me refiero al desarrollo tecnológico y de las comunicaciones, entre otras cosas. Las comunicaciones y sus soportes llegando a diversas regiones comenzaron a construir una cierta homogeneidad informativa, mundializando velozmente, de alguna manera, el acontecer. Aunque claro, sin resolver las asimetrías en el desarrollo de tantos otros aspectos.
Este elemento diferencial, de las comunicaciones, se puede ver como una nueva atmósfera mundial común que influye hacia abajo y que se respira desde situaciones muy diversas. Existe una cierta “esperanza” puesta en estos objetos y en sus proyecciones.
Sin dudas que en la mundialización esto es un elemento, un ingrediente propio de nuestro tiempo. Situación que requiere, para adaptarse, de ciertos atributos que no fueron relevantes en un momento histórico anterior.
La fricción entre situaciones de distintos grados de desarrollo, con esta nueva atmósfera de conectividad mundial, es un nuevo signo de estos tiempos. Además, mecánicamente, los instrumentos de conexión y muchos de sus contenidos están “teñidos” de la particularidad de ciertas culturas que tienden a uniformar los modelos. Hay sectores que reaccionan, de diferentes maneras, a ésta “imposición” defendiendo sus particularidades.
Este contexto da un singular tono al presente y también una señal de alarma. Hay que identificar claramente qué actitudes modelar si uno quiere ser parte creciente de la adaptación a todo esto. Ya se puede afirmar que éste es un clima mundial del presente, esto ya está, ya es. Se navega en las turbulencias de estas aguas y en ésta situación se hacen diferentes elecciones de adaptación o de resistencia.
El veloz desbarajuste que se viene produciendo de un “mundo”, ya está, en alguna medida ya es pasado. Aunque falten aun manifestaciones de toda esta debacle.
Hoy se requiere poner la mirada en la correcta ponderación de las mejores respuestas de adaptación, las actitudes más humanas, más inteligentes y no violentas. Pareciera que el tono más general de las poblaciones va en apoyo de estas direcciones o en reclamos ante su ausencia.
Esta suerte de optimismo, aunque incipiente, está marcando un cambio que deja atrás situaciones y actitudes de otros momentos.
En cuanto al sufrimiento, la frustración y fracaso de las ilusiones que alimentaron el tiempo anterior, si desembocan en una humilde sinceridad, será posible llevar la mirada de las poblaciones hacia quienes puedan, tal vez, dar respuestas de socorro para esta situación. Dando la espalda a lo anterior y abriendo un nuevo tiempo futuro.
¿Quiénes serán los representantes que encarnen esta nueva ilusión?
¿Cuáles son los modelos sociales que marcan el momento? No son los ancianos, nos son los yuppies, no son los guerrilleros, no son los hippies, no es el argentino agrandado, no es el playboy, no es el metrosexual, ni la “come hombres”, no es el desocupado o el “sobreviviente”, no es el ecologista...[1]
Cada uno de esos personajes le puso “piel” a creencias de generaciones que intentaban dar respuestas a las situaciones en que se estaba, como “aliento” en una dirección. Esas creencias fueron perdiendo vigencia, pero mientras se transita hacia nuevas, sobrevienen las crisis pues, la conciencia no se arraiga en ninguna de las dos, rebotan ya sin vigor las viejas creencias y destella intermitentemente la luz de las nuevas.
Las actuales dificultades, facilidades, peligros, posibilidades, imposibilidades, instrumentos, etc. son aspectos de nuestra situación y configuran nuestro momento histórico de manera relevante. Son elementos fundamentales de nuestra atmósfera. Aunque yo mismo estuviera viviendo 500 años atrás hablarían más acerca de mí, las situaciones de aquel tiempo que mis características personales. Porque más allá de mis características naturales, el carácter (lo que se adquiere con la biografía) está estrechamente relacionado con las situaciones de la vida y esas circunstancias son una estructura de relaciones de la conciencia con el mundo, que en su dinámica es sometida a cambios de creencias para adaptarse.
Por lo tanto si hoy han cambiado fuertemente las situaciones, deberá cambiar también el repertorio de creencias.
[1] Ver artículo: “Bosquejos del momento”
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