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Sobre la conciencia

jueves, 18 de diciembre de 2014

Hay muchos testimonios, en el campo de la técnica y la ciencia, que muestran que se ha llegado a formulaciones o descubrimientos de manera simultánea entre dos personas y que lo hacen sin un contacto entre sí formal o permanente.

Citando algunos ejemplos conocidos de simultaneidad están: el desarrollo de “El Cálculo Infinitesimal” en matemáticas entre Newton y Leibniz. Al comienzo del siglo XVIII.

Más tarde a mediados del siglo XIX, los científicos ingleses Darwin y Wallace desarrollan la “Teoría de la evolución”.

Sin duda que con sus matices arriban a conclusiones muy similares hecho que no se basa en un contacto entre ellos o una influencia directa de uno a otro. Luego en el relato de la historia alguno cobra mayor preeminencia o retiene la autoría individual, por diferentes razones pero ese es otro tema.

Es decir que remarcamos en estos ejemplos el arribo a formulaciones en simultáneo o de modo sincrónico.

También hay otro fenómeno que ha quedado registrado en estos campos de investigación y desarrollo, se mencionan algunos ejemplos de científicos que han encontrado sustancias o formulas de manera “accidental”.

En algunos de estos casos también se verifica un fenómeno relacionado con el tiempo, en el sentido de que éste escapa a los límites del calendario y se muestra libre de esa determinación. El descubrimiento no será dentro de las 24 hs. o a las 48 hs. Se dará con tiempos y en ocasiones caprichosas y no en “horario de trabajo”.

En lo que respecta a los hallazgos “accidentales” aquí hay algunos ejemplos:

Alexander Fleming estaba analizando un cultivo de bacterias, cuando se le contaminó una placa de bacterias con un hongo. Más tarde descubriría que alrededor de ese hongo no crecían las bacterias e imaginó que ahí había algo que las mataba. Aunque él no fue capaz de aislarla, ese episodio dio inicio al descubrimiento de la penicilina.

El químico Friedrich Kekulé llevaba mucho tiempo intentando encontrar la estructura de la molécula de benceno. Según cuenta él mismo en sus memorias, una tarde, se quedó dormido. Comenzó a soñar con átomos que danzaban y chocaban entre ellos. Varios átomos se unieron, formando una serpiente que hacía eses. De repente, la serpiente se mordió la cola y Kekulé despertó. A nadie se le había ocurrido hasta ese momento que pudiera tratarse de un compuesto cíclico.

Niels Bohr llevaba mucho tiempo trabajando en la configuración del átomo. Tuvo un sueño en el cual vio un posible modelo de dicha configuración, y al despertar, lo dibujó en un papel, sin darle mucha importancia. Poco tiempo después, volvió a ese papel y se dio cuenta de que realmente había hallado la estructura del átomo.

El principio de Arquímedes fue descubierto al introducirse en una bañera y observar cómo su cuerpo desplazaba una masa de agua equivalente al volumen sumergido. Salió desnudo a la calle gritando la famosa palabra: ¡eureka!

En síntesis hay ejemplos sobrados para que el propio “yo” se disponga a pedir y esperar señales que no le “pertenecen” de una manera directa, respuestas que pueden llegar de más allá de sus habituales confines y en tiempos o momentos fuera de “agenda”, la humildad en este contexto cobra otro significado. Además se puede convertir en alegría el advertir que uno llega a una conclusión y que hay otros que simultáneamente llegan a lo mismo, así se puede sentir que no se está solo y que existen concomitancias de un mismo “sonido” con otros seres humanos.

Contamos, entre otras cosas, con un exquisito atributo: la conciencia. Si el “yo” traduce de algún modo a la conciencia. ¿La conciencia qué estará traduciendo?

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