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«aut consiliis aut ense» («o por consejos o por espada»)

lunes, 13 de octubre de 2014

Comencé este escrito haciendo el ejercicio de ir hacia las raíces o descubrir la genealogía de ciertas conductas, algo fundamental para comprender su origen. En el mismo sentido, echar luz sobre algún aspecto cultural, expresado en la conducta social, puede contribuir a su mejoramiento y superación. De otro modo, sin comprensión,  se continuará con artificios para eludir, explicar o enmascarar algún comportamiento que no tiene ya eficacia externa y que en el mundo interno de la autoobservación y reflexión se reconocerá probablemente como inapropiado.

Abordaré una actitud social, bastante conocida bien porque se la utiliza y ve cotidianamente o porque sencillamente nos resulta familiar. En este sentido intentaré “detener” el transcurrir e ir hacia atrás de la aparición de la conducta, en lugar de observar sólo su manifestación en el presente y sus consecuencias en el futuro inmediato.

Me estoy refiriendo a la conducta que se puede definir así: “yo no hice nada”, o bien “se equivoca, no fue lo que usted cree” o también montando un escenario para que se vea lo que es apropiado o “como si fuera...”. Se tratan de actitudes muy gestuales, donde no necesariamente se verbalizan estas frases que estoy utilizando pero éstas acercan a lo que intento caracterizar…

Si bien la utilización de esta actitud atraviesa todas las actividades, es en los partidos de futbol donde se manifiesta de manera extraordinaria y millones de personas somos testigos de una teatralización envidiable…

Aun con la copresencia de todas las cámaras que filman los eventos, la posibilidad de la reproducción lenta e infinidad de repeticiones de una escena determinada, el protagonista puede defender a rajatabla que “él no hizo nada”, con una gestica y plasticidad de lo más convincente, pues en ese caso, la “autoridad” que los juzga, debe decidir por su propia impresión sobre lo sucedido sin la posibilidad, que sí tenemos los espectadores, de revisar una escena dudosa.

Creo que a esta altura ya está ubicada la actitud a lo que me estoy refiriendo y sobre la que intentaré retroceder en el tiempo para arriesgar alguna interpretación sobre un posible origen. Seguramente si conociéramos la vida de alguno de estos interpretes que en esa actividad deportiva lucen sus dotes, lograríamos explicar con bastante acierto donde él aprendió a disimilar y a ocultar sus “travesuras”. Esto sin dudas que tendrá utilidad para su propia vida, pero no es este campo autobiográfico en el que intento introducirme, por el contrario, me refiero a algo de mayor amplitud que las conductas que me puedo explicar a mí mismo, revisando la propia vida.

Hasta aquí definí la conducta en cuestión y algunos conceptos relacionados con ella: autoridad, disimular, travesuras, eficacia externa y mundo interno. Estos, según mi parecer, son parte indisoluble de todo este asunto.

Para comenzar parece que hay “un sentir social” dado por la moral, las leyes y las buenas costumbres y también un “sentir particular” que puede en ocasiones estar reñido, en parte o en todo, con aquel sentir social. Sin embargo el “poder” está en manos del social, para lo cual, aun sin aceptarlo internamente debo mostrar externamente de alguna manera mi sometimiento a ese “reglamento”. De no hacerlo puedo ser castigado y padecer alguna sanción que me aplicará ese difuso “poder”. Una alternativa ante esa posibilidad es el rol de víctima inocente que intentará hacer dudar al “ocasional brazo armado del poder” o en el mejor de los casos, lograr que deponga su decisión y que por arrepentimiento su veredicto se incline a mi favor…

Todo esto, consiste en un gran entrenamiento en eludir las responsabilidades y enmascarar errores, lamentablemente si no hiciera esto los desaciertos me permitirían aprender sobre la vida con mayor velocidad y en suma, llevarme a comprender el valor de privilegiar la armonía o unidad del mundo interno, antes que, valorar como lo único importante el “zafar”… Claro que éste “acierto del zafe” será festejado por la cofradía y el silencioso aplauso dará su estimulo para repetirlo…

Pero podemos ver también en todo esto una clara genealogía de domesticación forzosa en los orígenes de toda esta situación. Claramente si las reglas de juego no surgen de todos nosotros y son unos pocos los que las hacen, aun creyendo que responden al “bien común” ¿de qué modo este “origen particular” de reglas tendrá que ser respetado?

Ese desajuste entre unos pocos y muchos, fue caracterizado hace tiempo paradigmáticamente como “civilización o barbarie”, atribuyendo valores a cada termino, que claro tenían el consenso de aquellos que se consideraban, a ellos mismos, como la civilización…También se ha escuchado frases como: “por la razón o la fuerza”, describiendo en este caso como avanzaría la "civilización"…

Toda esta mecánica de “domesticación” o bien de martirizar en el crisol de una Nación a sus habitantes para que los impulsos bárbaros se abandonen o por lo menos se oculten y se muestre el seguimiento a lo que “corresponde”, es, en trazos gruesos, el origen del tema…

Antes que conociéramos el concepto de "Nación" hubo otras organizaciones de convivencia social, todas estas comenzaron en pequeños grupos donde adultos formaban a niños/as y les inculcaban los valores y actitudes necesarias para adaptarse al medio en el que vivían. Esta necesaria domesticación/formación sobre los infantes los convertía en miembros de esos grupos por ser conocedores de los usos y costumbres propios...Del mismo modo que se hacía con la naturaleza, con los cultivos y la crianza de especies animales, para que sean útiles a la comunidad.
Parece que en algún momento esto se extrapoló y se llevó, esta suerte de paternidad/maternidad/tutoría, hacia los pueblos convirtiéndonos en “infantes bárbaros" que deben ser domesticados por los “adultos civilizados”…
Esta cuestión se irá modificando seguramente con el tiempo y podremos exigir de alguna manera, que de una vez por todas, nos traten como a pares!

Pero sí ya mismo, podemos influir en lo que nos toca más cercanamente y así valorar, por sobre todo, la propia coherencia interna más allá de toda norma y de tratar a los demás como queremos ser tratados[1]






[1] Principios de acción Válida, La Mirada Interna, Silo.

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