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El niño/a interior (*)

viernes, 13 de junio de 2014

Con cierta frecuencia se puede escuchar sentencias del tipo: “todos llevamos una niña/o en el interior” o “hay que liberar al niño/a interior”, etc. Es una creencia interesante pues invita a la actitud lúdica, a integrarse con las distintas etapas de la vida, a aceptar momentos de ingenuidad, a sorprenderse, etc.

Por otra parte desde una visión relacional del tiempo, estas frases admiten que nuestro pasado infantil no está “allá lejos” si no que vive en nosotros allí donde hoy estemos.

Sin embargo, se le puede dar otro giro a esa creencia, que nadie sabe muy bien de dónde viene, pues tal vez, puede tener un significado mayor y que, como tantas enseñanzas, ha ido quedando sin “conexión” con la experiencia y sólo conserva la fuerza de una sombra respecto del sentido original.

Me refiero a que sin negar lo anteriormente descripto, respecto de que es una frase interesante, puede estar refiriéndose también a un concepto más profundo, por ejemplo, que hay también en nuestro interior un “ser” que como experiencia vaga, intermitente, errática, algunas veces hace su aparición en nuestra vida. Que claramente es identificable, al menos en este contexto, a un infante que necesita alimento, formación y afecto.

Éste “ser” puede permanecer sin desarrollo, sin guía y no sucederá nada muy visible para la vida corriente. Tal esencia, requiere de un tratamiento equivalente al que se le da a cualquier criatura aunque su alimento, guía y afecto son de una particular naturaleza y no bastará para formarlo solamente lo que los padres buenamente le dan a los niños/as en su desarrollo.

Así como el pequeño/a necesita del acompañamiento de los padres y demás, ese “ser” también necesita de alguna intención externa que lo atienda, de una particular enseñanza y de guía.

Es también equivalente, en ambos casos, la necesidad de un medio adecuado y de la presencia de otros con quien compartir, intercambiar e interactuar.

Pero claro, para esto, es necesario creer que hay algo más que lo que somos habitualmente y aceptar las limitaciones y falta de completud de nuestro ser cotidiano. Aceptación que nos lleve a buscar algo más que no necesariamente estará afuera. En todo caso, sí podremos encontrar afuera señales de ese mundo interno, signos que intuitivamente resonaran en los que estén buscando y que indefectiblemente llevaran esa búsqueda hacia el propio interior, más allá de la personalidad.

En tanto para quien no admite la necesidad de completarse, no reconoce las fronteras de sus propias capacidades y no busca en ese nuevo sentido, las señales que aparecen de ese mundo profundo, serán simplemente la personalidad más externa de la historia humana.

Si no está la mirada de buscador, la señal y sus indicios será solamente un reflejo más de tantos que cotidianamente destellan en la vida.





(*) Reflexiones inspiradas en la lectura de "El Libro de Plata", antiguo texto siloista, que por supuesto es mucho más vasto que estas ocurrencias…

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