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El otro día

lunes, 7 de octubre de 2013

El otro día sentí la necesidad de “acomodar la cabeza”, no sucedió nada extraordinario, simplemente distintos hechos cotidianos, habían alterado la aparente estabilidad de los contenidos mentales con los que me muevo habitualmente.

Me fui a tomar un café y ante la “presión” de pensar en ciertos temas, me fui al otro extremo de los argumentos que se me imponían, comencé a leer el diario completo, cada uno de los suplementos, desde los temas políticos, espectáculos, deportes, hasta el clima, como distrayéndome con agrado y llenando mi presencia de otros asuntos.

Me ubique en una situación especial: solo en un café y leyendo el diario sin un interés particular, pero intentando “meterme” en lo que leía más allá de su importancia.

Hasta aquí, nada había hecho con el objetivo de “acomodar la cabeza”, más bien había apartado de la “cabeza” los temas que la perturbaban. De todas maneras este intervalo de un par de horas dejó en mí un registro agradable, relajado digamos.

Ahí, casi naturalmente comencé a intentar acomodar las imágenes y pensamientos…

Me fui dando cuenta que existía en mi interior un “lugar” que se había comenzado a construir desde hacia mucho tiempo, aunque de un modo errático. Y no hace mucho, de una manera más metódica, decidida y conciente.

Este lugar es aquel donde dirigidamente intento poner todos aquellos “chispazos” y experiencias que a lo largo de mi vida y sobre todo más recientemente han iluminado con brillo fugaz mi existencia.

Esta conformación que se comenzó a modelar con formas y tiempos no habituales, que no responde al día calendario o al reloj externo, pero sin embargo está ahí convirtiéndose en propósito, dirección de vida…

Apareció este “lugar” como un punto ordenador y referencial, desde donde todo comenzó a ubicarse en su lugar, en su prioridad, en su importancia.

Esto me permitió reconocer, que muchas veces he “construido lugares” nuevos en mi interior. Que el procedimiento más o menos técnico a través del cual ese espacio poco a poco comenzó a construirse era conocido.

Había interés, gusto, carga, estudio, aprendizaje, acopio de información, intercambio y práctica. Todo esto progresivamente fue construyendo distintos espacios en mi interior.

La continuidad o permanencia de estas cosas dependían de la carga o gusto, pero sin duda que cuando fue mayor la intensidad más rápido también, se construyo ese punto. La necesidad fue quizás la más fuerte. Aunque a veces también la mala consejera de la compulsión…

Esta fuerza llevo a tener además una copresencia permanente en la vida cotidiana de aquel tema y cada cosa que hacia lo reforzaba y veía en el mundo lo que el tema me inducía.

Qué decir de lo que hizo alguien que estudio medicina, además de todo lo que se pueda decir y ver en él, ciertamente construyó un “lugar” en su interior donde se guarda todo ese conocimiento. Pero también el zapatero y aquel que mezcla alimentos para realizar un buen guiso.

Todos, han pasado por pasos más o menos equivalentes para construir su oficio.

Creo que el trabajo de “evolución de uno mismo” con sus contenidos particulares, su dirección y complejidad, si bien tienen diferencias con tantas otras cosas que hemos realizado en nuestra vida, se apoya sin embargo, en procedimientos simples que son ya experiencia en todos, de muchos “espacios” que creamos en nuestro interior hasta aquí.

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