Vivimos en una era de sobreabundancia de información. Hay datos de todo tipo disponibles, pero también una cantidad inmensa de información parcial, incorrecta o directamente falsa. Hoy, cualquier persona puede acceder a una gran cantidad de datos con solo un clic, y esto genera una falsa sensación de seguridad y autoridad para hablar de temas complejos como medicina, deportes o economía. Sin embargo, esa "seguridad" basada en datos rápidos de internet no se compara con los años de estudio y práctica que consolidan a un médico, a un entrenador de fútbol, o a cualquier profesional con experiencia.
El valor de la experiencia está siendo "devaluado" en nuestra sociedad; el conocimiento práctico, que se desarrolla con tiempo y permite hacer síntesis, establecer prioridades y dar un contexto más profundo a los datos, se pierde en la vorágine de información inmediata.
Este texto pretende reivindicar el valor de la experiencia, sin despreciar el acceso a la información. Hablamos de una experiencia esencial, aquella que da sentido a la vida, que guía el trato hacia los demás y que fomenta la coherencia como una manera de estar en el mundo.
Época de Charlatanes
domingo, 17 de noviembre de 2024
Sueño con Jano (20 de septiembre 2024)
sábado, 2 de noviembre de 2024
Partió sorpresivamente, y 25 días después de ese increíble acontecimiento tuve este sueño, que grabé al despertar para conservar los detalles antes de que se desvanecieran. Gracias a ese audio pude ahora pasarlo a texto con la intención de que llegue a más personas.
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Anoche soñé con Jano. Venía caminando junto a otras personas; me pareció reconocer a algunos, aunque no logro identificarlos con certeza. Él lideraba el grupo. Cuando nos encontramos, nos dimos un gran abrazo, uno de esos abrazos largos en los que uno no se suelta. Seguimos hablando sin dejar de abrazarnos.
Fue una experiencia muy integradora: sentí su fuerza. Jano parecía libre de las preocupaciones de este plano; irradiaba alegría pura y buena onda. Me dijo algo que interpreto como un consejo de vida: buscar el “encaje” en todo lo que hacemos. Si algo no está bien, arreglarlo, pero siempre buscando coherencia, alegría y ligereza, sin importar las circunstancias.
Al despertar, sentí una profunda paz y una sensación clara de integración, como si algo dentro de mí se hubiera acomodado. Cambió la relación que tenía con él. Sentí que “el otro lado” está muy cerca y que ese plano mental, ese lugar donde van los muertos, también actúa en este mundo. Comprendí que la aparente lejanía de ese mundo está relacionada con cuánto uno se abre a esa influencia positiva.
Creo que los actos cotidianos que realicé desde su partida, pequeños gestos relacionados con su vida y que percibí como “válidos”, me prepararon para que este sueño pudiera manifestarse.
La vida y el paso del tiempo inevitablemente deterioran nuestro cuerpo; eso, hasta ahora, es innegable biológicamente. Sin embargo, los desencajes que uno tiene con sus actividades, su cotidianidad, y su percepción de la situación social y mundial aceleran ese proceso. No se trata de indiferencia, sino de observar qué efecto nos producen estas cosas e intentar encontrarles una salida que ofrezca coherencia, alegría y ligereza. Esa actitud aporta más para ayudar a mejorar el mundo que una preocupación pesada y sin salida.
Es claro donde termina un sueño, pero no su influencia e inspiración…
Gracias, amigo.
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Anoche soñé con Jano. Venía caminando junto a otras personas; me pareció reconocer a algunos, aunque no logro identificarlos con certeza. Él lideraba el grupo. Cuando nos encontramos, nos dimos un gran abrazo, uno de esos abrazos largos en los que uno no se suelta. Seguimos hablando sin dejar de abrazarnos.
Fue una experiencia muy integradora: sentí su fuerza. Jano parecía libre de las preocupaciones de este plano; irradiaba alegría pura y buena onda. Me dijo algo que interpreto como un consejo de vida: buscar el “encaje” en todo lo que hacemos. Si algo no está bien, arreglarlo, pero siempre buscando coherencia, alegría y ligereza, sin importar las circunstancias.
Al despertar, sentí una profunda paz y una sensación clara de integración, como si algo dentro de mí se hubiera acomodado. Cambió la relación que tenía con él. Sentí que “el otro lado” está muy cerca y que ese plano mental, ese lugar donde van los muertos, también actúa en este mundo. Comprendí que la aparente lejanía de ese mundo está relacionada con cuánto uno se abre a esa influencia positiva.
Creo que los actos cotidianos que realicé desde su partida, pequeños gestos relacionados con su vida y que percibí como “válidos”, me prepararon para que este sueño pudiera manifestarse.
La vida y el paso del tiempo inevitablemente deterioran nuestro cuerpo; eso, hasta ahora, es innegable biológicamente. Sin embargo, los desencajes que uno tiene con sus actividades, su cotidianidad, y su percepción de la situación social y mundial aceleran ese proceso. No se trata de indiferencia, sino de observar qué efecto nos producen estas cosas e intentar encontrarles una salida que ofrezca coherencia, alegría y ligereza. Esa actitud aporta más para ayudar a mejorar el mundo que una preocupación pesada y sin salida.
Es claro donde termina un sueño, pero no su influencia e inspiración…
Gracias, amigo.
Oda al espejo
miércoles, 30 de octubre de 2024
¿Qué será lo que representa, ese reflejo que devuelve y atrapa?
¿Qué misterio nos lleva a buscarlo, a mirarnos en él como si fuera un oráculo?
Los hay lujosos, pequeños, grandes; de metales o minerales pulidos, y hasta de agua, como descubrió Narciso.
Acompañan en la intimidad, portales presentes, conciencia plana,
ventanas de historias y disparadores de ensueños.
Reflejo franco, amigo de silencios, pasaje a otros mundos o países de maravillas.
Hay quienes prefieren taparlos, girarlos, para no enfrentar aquello que no desean ver.
Antiguo compañero, guardián imperturbable, que "dice" sin hablar, incorruptible y autónomo, imposible de engañar.
Espejo: testigo y cómplice del alma, ¿Cuántos secretos más guardarás?
¿Qué misterio nos lleva a buscarlo, a mirarnos en él como si fuera un oráculo?
Los hay lujosos, pequeños, grandes; de metales o minerales pulidos, y hasta de agua, como descubrió Narciso.
Acompañan en la intimidad, portales presentes, conciencia plana,
ventanas de historias y disparadores de ensueños.
Reflejo franco, amigo de silencios, pasaje a otros mundos o países de maravillas.
Hay quienes prefieren taparlos, girarlos, para no enfrentar aquello que no desean ver.
Antiguo compañero, guardián imperturbable, que "dice" sin hablar, incorruptible y autónomo, imposible de engañar.
Espejo: testigo y cómplice del alma, ¿Cuántos secretos más guardarás?
Gracias Jano
viernes, 11 de octubre de 2024
Humanizar la Tierra, El Paisaje Interno, Capítulo XIII. Los Sentidos Provisionales. Silo.
“Por ello quiero a los santos que no temen, sino que verdaderamente aman. Quiero a los que con su ciencia y su razón vencen a diario el dolor y el sufrimiento. Y, en verdad, no veo diferencia entre el santo y el que alienta la vida con su ciencia. ¿Qué mejores ejemplos, qué guías superiores a esos guías?”
Se pueden contar muchas cosas sobre un amigo, y su vida es, sin duda, un elocuente testimonio de su paso por este mundo. Sin embargo, hoy quiero compartir un aspecto más íntimo, relacionado con su trabajo interno, o mejor dicho, con un aspecto específico de él.
Nuestro vínculo se extendió por décadas, con encuentros casi diarios. Incontables cafés y porciones de pizza se convirtieron en la excusa perfecta para conversaciones, risas e intercambios profundos. En una de esas charlas, hace unos 10 años, me comentó sobre un trabajo personal que había comenzado a desarrollar, tema que a menudo surgía en nuestras conversaciones.
Me contó que había empezado a identificar a diferentes personas que atravesaban dificultades. Eran personas de todos los ámbitos por los que se movía: su barrio, el siloísmo, su familia, e incluso algunas con las que mantenía relaciones "virtuales" debido a la distancia, o a quienes no conocía directamente. Cada noche, antes de dormir, repasaba mentalmente a cada una de ellas y, con la mejor emoción posible, pedía por su bienestar.
Sostuvo este trabajo durante años, actualizando la lista cuando era necesario, hasta que se convirtió en parte habitual de su vida cotidiana. Nuevas personas entraban en su lista y otras salían. Algunas de esas personas ya no estaban en este mundo, pero, incluso a ellas, seguía enviándoles, desde su corazón, “buena onda”.
Este modo de trabajar, tan sencillo pero a la vez tan difícil de mantener en el tiempo, ese acto de salirse de sí mismo para pedir por los demás, fue uno de los aspectos que marcó un salto de calidad en su vida. Este "amar a la humanidad", no de manera abstracta, sino uno a uno, día tras día, proyectó y multiplicó buenas acciones más allá de su entorno.
Siempre fue cercano a sus seres queridos, pero este trabajo le permitió llegar mucho más lejos, ampliando y profundizando una de sus mayores virtudes. En definitiva, se convirtió en un impacto positivo para muchas personas.
A veces, la ausencia de alguien nos revela la magnitud de su presencia. No es lo mismo valorar a una persona en el día a día que hacerlo cuando ya sabemos que no volveremos a verla. La ausencia nos hace más conscientes del significado de sus acciones, de lo que irradiaban y de cómo su influencia se proyectaba sobre los demás y el mundo.
Es cierto que, cuando alguien se va, muchas cosas desaparecen con su cuerpo, pero algo perdura: una especie de legado, virtudes trascendentes que, al valorarlas, las hacemos nuestras y las mantenemos vivas en este espacio y tiempo que buscamos humanizar.
Por todo esto, mi profundo agradecimiento a Jano.
Ojalá podamos rescatar, de aquellos que ya no están, el legado de sus virtudes únicas, esas que los hicieron especiales. Invito a todos a hacerlo. ¿Qué mejor manera de mantenerlos presentes? Y por qué no extenderlo a los que aún están con nosotros, aprendiendo a reconocer esas virtudes que, a veces, se pierden entre las personalidades. Que buen compromiso: ver más allá de lo cotidiano y atesorar lo que realmente importa.
“Por ello quiero a los santos que no temen, sino que verdaderamente aman. Quiero a los que con su ciencia y su razón vencen a diario el dolor y el sufrimiento. Y, en verdad, no veo diferencia entre el santo y el que alienta la vida con su ciencia. ¿Qué mejores ejemplos, qué guías superiores a esos guías?”
Se pueden contar muchas cosas sobre un amigo, y su vida es, sin duda, un elocuente testimonio de su paso por este mundo. Sin embargo, hoy quiero compartir un aspecto más íntimo, relacionado con su trabajo interno, o mejor dicho, con un aspecto específico de él.
Nuestro vínculo se extendió por décadas, con encuentros casi diarios. Incontables cafés y porciones de pizza se convirtieron en la excusa perfecta para conversaciones, risas e intercambios profundos. En una de esas charlas, hace unos 10 años, me comentó sobre un trabajo personal que había comenzado a desarrollar, tema que a menudo surgía en nuestras conversaciones.
Me contó que había empezado a identificar a diferentes personas que atravesaban dificultades. Eran personas de todos los ámbitos por los que se movía: su barrio, el siloísmo, su familia, e incluso algunas con las que mantenía relaciones "virtuales" debido a la distancia, o a quienes no conocía directamente. Cada noche, antes de dormir, repasaba mentalmente a cada una de ellas y, con la mejor emoción posible, pedía por su bienestar.
Sostuvo este trabajo durante años, actualizando la lista cuando era necesario, hasta que se convirtió en parte habitual de su vida cotidiana. Nuevas personas entraban en su lista y otras salían. Algunas de esas personas ya no estaban en este mundo, pero, incluso a ellas, seguía enviándoles, desde su corazón, “buena onda”.
Este modo de trabajar, tan sencillo pero a la vez tan difícil de mantener en el tiempo, ese acto de salirse de sí mismo para pedir por los demás, fue uno de los aspectos que marcó un salto de calidad en su vida. Este "amar a la humanidad", no de manera abstracta, sino uno a uno, día tras día, proyectó y multiplicó buenas acciones más allá de su entorno.
Siempre fue cercano a sus seres queridos, pero este trabajo le permitió llegar mucho más lejos, ampliando y profundizando una de sus mayores virtudes. En definitiva, se convirtió en un impacto positivo para muchas personas.
A veces, la ausencia de alguien nos revela la magnitud de su presencia. No es lo mismo valorar a una persona en el día a día que hacerlo cuando ya sabemos que no volveremos a verla. La ausencia nos hace más conscientes del significado de sus acciones, de lo que irradiaban y de cómo su influencia se proyectaba sobre los demás y el mundo.
Es cierto que, cuando alguien se va, muchas cosas desaparecen con su cuerpo, pero algo perdura: una especie de legado, virtudes trascendentes que, al valorarlas, las hacemos nuestras y las mantenemos vivas en este espacio y tiempo que buscamos humanizar.
Por todo esto, mi profundo agradecimiento a Jano.
Ojalá podamos rescatar, de aquellos que ya no están, el legado de sus virtudes únicas, esas que los hicieron especiales. Invito a todos a hacerlo. ¿Qué mejor manera de mantenerlos presentes? Y por qué no extenderlo a los que aún están con nosotros, aprendiendo a reconocer esas virtudes que, a veces, se pierden entre las personalidades. Que buen compromiso: ver más allá de lo cotidiano y atesorar lo que realmente importa.
Introducción
lunes, 15 de julio de 2024
A continuación, se relata algo que una persona desconocida y cercana a la vez, me narró, casi como al pasar, su intención, creo que fue ayudarme...
“En diversas culturas hay narraciones que incluyen a gigantes, titanes, nefilims, etc. Estos, gracias a su tamaño, se ocupan de tareas que influencian a todos. Su moral no necesariamente es equivalente a la humana, porque la amplitud de su mirada y de su tiempo son otros. Cada tanto se muestran, pero solo se perciben cuando se abren otros ojos...
La Señora es gigante, su espalda es del tamaño de todos los desiertos juntos, su columna como la Gran Muralla, su corazón del tamaño de África, sus ojos dos pirámides, su frondosa cabellera inspiró a las selvas tropicales, sus brazos largos como el cometa, su rostro límpido como las llanuras de América, sus hombros poderosos del tamaño de las grandes cadenas montañosas, sus pies firmes como los polos. Así se podría describir cada parte de su cuerpo, que, sin embargo, es armónico y equilibrado, excepto por sus brazos, que son los que más utiliza...
Revuelve un gran caldero, que se mantiene en ebullición gracias al fuego que las maderas y los huesos alimentan. La circunferencia de la olla es enorme, su diámetro es equivalente al ecuador del planeta azul...
Completa una vuelta con su gran cuchara al ritmo de la órbita solar. Su herramienta de madera está hecha con secuoyas unidas. A veces gira el contenido en sentido dextrógiro y otras en sentido antihorario. Dentro del recipiente hay elementos de todas las regiones, ingredientes inimaginables que horrorizarían a muchos. Por momentos acelera el giro y en otros para, bien para alimentar el fuego o retirar combustible y así bajar la ebullición. De esta suerte, el ritmo de los movimientos no es constante, por el contrario, es variable.
El “alimento” no está listo, aún hay ingredientes que se resisten a su cocción, pero, aun así, el proceso es inevitable; solo se requerirá más tiempo. Y a la Señora Gigante, a pesar de su elevadísima edad, tiempo le sobra...
Ella viene alimentando a la humanidad desde antes de la “conciencia”, aunque ciertamente el caldero y los elementos nunca fueron tan grandes ni tantos...
Esta señora tiene a Clio como musa y la conocemos como: La Historia...”
“En diversas culturas hay narraciones que incluyen a gigantes, titanes, nefilims, etc. Estos, gracias a su tamaño, se ocupan de tareas que influencian a todos. Su moral no necesariamente es equivalente a la humana, porque la amplitud de su mirada y de su tiempo son otros. Cada tanto se muestran, pero solo se perciben cuando se abren otros ojos...
La Señora es gigante, su espalda es del tamaño de todos los desiertos juntos, su columna como la Gran Muralla, su corazón del tamaño de África, sus ojos dos pirámides, su frondosa cabellera inspiró a las selvas tropicales, sus brazos largos como el cometa, su rostro límpido como las llanuras de América, sus hombros poderosos del tamaño de las grandes cadenas montañosas, sus pies firmes como los polos. Así se podría describir cada parte de su cuerpo, que, sin embargo, es armónico y equilibrado, excepto por sus brazos, que son los que más utiliza...
Revuelve un gran caldero, que se mantiene en ebullición gracias al fuego que las maderas y los huesos alimentan. La circunferencia de la olla es enorme, su diámetro es equivalente al ecuador del planeta azul...
Completa una vuelta con su gran cuchara al ritmo de la órbita solar. Su herramienta de madera está hecha con secuoyas unidas. A veces gira el contenido en sentido dextrógiro y otras en sentido antihorario. Dentro del recipiente hay elementos de todas las regiones, ingredientes inimaginables que horrorizarían a muchos. Por momentos acelera el giro y en otros para, bien para alimentar el fuego o retirar combustible y así bajar la ebullición. De esta suerte, el ritmo de los movimientos no es constante, por el contrario, es variable.
El “alimento” no está listo, aún hay ingredientes que se resisten a su cocción, pero, aun así, el proceso es inevitable; solo se requerirá más tiempo. Y a la Señora Gigante, a pesar de su elevadísima edad, tiempo le sobra...
Ella viene alimentando a la humanidad desde antes de la “conciencia”, aunque ciertamente el caldero y los elementos nunca fueron tan grandes ni tantos...
Esta señora tiene a Clio como musa y la conocemos como: La Historia...”
La cultura
jueves, 13 de junio de 2024
En principio hay que recordar cuáles aspectos engloba el término que titula este articulo y la RAE nos dice: “Conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”. Es decir, que podemos decir que cuando se habla de ella se está haciendo referencia a un conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales que incluye a las artes, las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales, el idioma, los sistemas de valores, creencias, tradiciones y Mitos.
No se puede subestimar este conjunto de elementos que conforman la vida interior de individuos y pueblos. Silo lo define como “Paisaje”, marcando así la diversidad de componentes que allí existen, también los distintos “niveles” o importancias en la ubicación de los contenidos. Además, los vínculos que hay entre ellos, por ejemplo, si hoy el paisaje esta nublado todo tendrá ese tono; si desaparece un ingrediente y dependiendo de su valor, se afectará todo el “cuadro”, etc. Esta dinámica es incesante y más o menos rápida dependiendo de factores individuales, colectivos e históricos. Siempre aparece el ejemplo del caleidoscopio que, con sus movimientos, muestra esta solidaridad entre todas las partes.
Todo esto se va incorporando de manera fundamental desde el nacimiento y ya, a determinada edad, “se es parte de una cultura” y así alguien se proyectará al mundo. No hay que creer que esto es uniformidad, no, siempre estará la singularidad, los matices, aunque todo ello se manifieste en una suerte de ambiente compartido con muchos.
Este contexto es necesario para poder referirnos a la temática que interesaba plasmar en esta nota. Cuando se habla de la “decadencia” de una cultura se está haciendo referencia a que, en ese paisaje común, algo dejo de ocupar el lugar que tenía en generaciones o épocas anteriores. Si era un elemento importante, su modificación ira arrastrando a todo el conjunto. Si además se acelera el consumo de elementos de otras culturas se irán incorporando modas, valores y demás elementos que llegan “codificados” en esos objetos, así se ira acelerando la modificación del paisaje que, poco a poco, será un nostálgico recuerdo para algunos o la “realidad” para otros.
Este proceso imparable, que se retroalimenta solo, siempre incita a conservadores y reaccionarios a “volver” a épocas anteriores o “frenar” los cambios. La Historia y la vida personal muestra que tarde o temprano las trasformaciones se van consolidando y es una ilusión “volver” aunque se enarbolen éxitos coyunturales.
Hoy asistimos a una buena mezcla o, a veces choques, de todas las culturas, dada las condiciones únicas en la Historia de mundialización (contacto e intercambio de todos los puntos). Así, hay culturas que buscan prevalecer e imponerse sobre otras, tendencia que es en general violenta. Siguen una estúpida idea de que es la mejor y la definitiva y que los demás deben someterse a ella.
Llevará un tiempo más, advertir que deberá nacer una Nueva Cultura que abrigue y concilie todas las diversidades sin que por eso deban abandonarse los propios “colores”.
Se trata que, en el crisol de la “maduración”, se advierta que Todos ganamos si somos más humanos (incluso los que creen que ya están ganando).
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