Salgo al patio. Es verano y las sombras, huyendo del sol, dibujan formas grotescas en las nudosas ramas de la parra. Los racimos color sangre me advierten que atraerán insectos y otras plagas. La paloma me observa con una mirada inquisidora. Siento que el mundo que veo conspira contra mí. ¡Qué suerte la mía!
Salgo al patio. Es verano y el sol suave de la mañana acaricia la parra, que muestra racimos multicolores, anunciando su próxima madurez. Hay una empatía palpable entre la luz, el calor y la vida. La paloma, en su nido, indica que algo también está madurando bajo su cuerpo cálido. Me siento profundamente conmovido y hermanado con todo lo que me rodea.
Luego de tres jornadas me pregunto: ¿Cuál es la realidad? ¿Qué organiza el mundo que veo? ¿O será que yo fuerzo al mundo para que me devuelva algo afín a lo que siento y pienso?
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